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viernes, 17 de marzo de 2017

Repensando el sistema de salud en Argentina





Mi respuesta a esto:



Supongamos que es cierta la cifra de USD 1100/hab año (no sé cómo lo calculan), eso equivale a unos $ 1500.-/mes por habitante al tipo de cambio actual. Con ese dinero todos los habitantes del país podrían tener una prepaga de primer nivel atendiéndose sin demoras y accediendo a la cobertura de prestaciones más actualizada.
La Argentina no invierte el 9% del PIB en salud sino que lo gasta. La diferencia radica en la existencia de cálculo económico en el primer caso y su ausencia en el segundo.
Los servicios de salud hay que producirlos, en este sentido, son escasos como cualquier otro bien económico, por lo tanto, la asignación de recursos para su producción obedece a la lógica económica de producir aquellas cosas que atienden las necesidades más urgentes de los consumidores. ¿Y cuáles son las necesidades más urgentes de los consumidores? Las que por su éxito o fracaso en el mercado orientan a los empresarios a satisfacer.
Antes que la necesidad de consumir servicios de salud el ser humano necesita  consumir alimentos. El mercado satisface las necesidades de provisión de alimentos a la población. Los pocos países cuyos gobiernos que intervienen estos mercados padecen hambre y escasez. ¿Por qué debería ser diferente en los servicios de salud?
Como bien cita el autor, hay gente que empeora su condición o muere esperando una simple cirugía de vesícula mientras el sistema público brinda –esto sólo en sentido figurado- cobertura de tratamientos de fertilización asistida. Alguien no le ha prestado atención al postulado de “resolver las necesidades más urgentes”. Lo mismo sucede para la producción de recursos en salud. Descartados los mecanismos de mercado para determinar qué cantidad de tomógrafos, camas, médicos o enfermeras se necesitan en cada lugar no hay planificador central que pueda coordinar la enorme complejidad que un sistema de salud requiere. Quien dude de esto no tiene más que leer el breve ensayo de Leonard Read “Yo, el lápiz”. Semejante sabiduría sólo está reservada a Dios.
Los resultados están a la vista. Los recursos se desperdician, aparecen los capturadores de rentas que medran derivando el dinero público mediante los conocidos mecanismos de lobby o de presión política.
Por más que se insista en el asunto nunca va a funcionar un sistema de salud planificado centralmente. Siempre quedará corto el presupuesto para atender a quienes demandan: pacientes y gremios de la salud. Y seguiremos viendo hospitales deteriorados.
Y todo esto sin siquiera considerar las regulaciones que encarecen innecesariamente los bienes y servicios de salud.
Como cualquiera de las otras de las infinitas necesidades humanas que el mercado resuelve también puede resolver las necesidades de servicios de salud que cada uno requiere.
Para aquellos que creen que los adultos no saben o no pueden costearse su salud todavía queda el recurso de otorgar un voucher para que quienes lo necesiten puedan comprar los servicios que crean convenientes.

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