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martes, 27 de marzo de 2018

sábado, 17 de marzo de 2018

Igualdad de Ingresos



Hice esta prueba. Le mostré a unos cuantos conocidos, mujeres y varones, con distintas formaciones y ocupaciones este video:


Y les pedí su opinión al respecto. Unánimemente respondieron que coincidían con el mensaje, que es injusto que hombres y mujeres sean remunerados en forma diferente por la misma tarea, que los niños son sabios y que los adultos perdemos algo en el camino mientras crecemos y nos convertimos en criaturas egoístas y terribles.

Primera reflexión: Es abrumadora la influencia que tienen nuestras emociones sobre nuestra razón. 
Por eso los realizadores utilizaron niños y no adultos. Tenemos instalada la idea de que los niños son puros, casi ángeles, sino, pregúntenle a Freud lo que enfrentó cuando dijo eso de que los niños tenían sexualidad y que son perversos polimorfos.
¿Qué hubiese sucedido si la experiencia se hubiese realizado con adultos? Pues, lo mismo. Piense en cómo se comporta la mayoría de la gente cuando se organiza una cena o cualquier evento entre amigos. A pesar de que nadie está obligado o comprometido a hacer nada, naturalmente las tareas se dividen de acuerdo a reglas de justicia que todos tenemos internalizadas, los humanos somos seres empáticos. Los hombres se dedican a las tareas que demandan más fuerza y las mujeres más a aquellas donde los detalles hacen la diferencia, pero todos se reparten equitativamente el esfuerzo.
Además, cada uno hace lo que mejor le sale, de modo que todos se benefician de los intercambios. Para intercambiar hay que ser diferentes, no hay intercambio entre iguales.
Hay muchas experiencias de este tipo de comportamiento.
¿Qué es lo que hace entonces que las imágenes que se presentan nublen nuestro juicio?

Segunda reflexión: La idea de desigualdad de género respecto de los ingresos es una idea falsa.
Explore cualquier convenio colectivo de trabajo. ¿Acaso encuentra diferencia en los salarios que indican estos instrumentos según la tarea la realice un hombre o una mujer? No hay ninguna en ningún convenio. ¿Acaso se hace diferencia en las búsquedas laborales sobre el nivel de las remuneraciones si se trata de un hombre y una mujer? Tampoco.

Tercera reflexión: ¿Por qué, entonces, se intenta instalar esta idea?
Hay un afán, de parte de los marxistas de siempre, de instalar la idea del igualitarismo a toda costa. Claro, un igualitarismo donde algunos son más iguales que otros, como magistralmente definió Orwell en Rebelión en la Granja. Promueven el igualitarismo para ser los más iguales que los demás los que determinan en qué los demás deben ser iguales.
Refutada hace casi cien años la teoría de la explotación -plusvalía- por la teoría del valor de Carl Menger, y la teoría de la lucha de clases, con la caída del muro de la vergüenza, en el siglo XXI la nueva máscara de la vieja obsesión es la igualdad de género. Son cualquier cosa menos tontos. Derrotados una y otra vez en las elecciones, apuntan a recibir el apoyo del más del 50% de la población que constituyen las mujeres.
La violencia de género y la desigualdad de ingresos son dos ideas que no resisten ninguna comprobación en los datos. La violencia no distingue género, tampoco las tareas.
En la Argentina un camionero gana más que un médico, y no porque los médicos sean mujeres.
Pero esa ya es otra historia.

domingo, 4 de marzo de 2018

Mis opiniones frente al aborto



Hace unas semanas se ha instalado el tema de la legalización o de la no punibilidad del aborto -no es lo mismo- en la Argentina. 
Digo se ha instalado porque, dada su habilitación a la discusión parlamentaria por el presidente Macri, se confirma que ha sido un tema que se ha impuesto adrede en la agenda política. Que pudo haber sido la oposición para encontrar un flanco débil a un gobierno al que se lo tilda de derecha (tenemos una oposición que tiene compulsión por ordenar todo a un lado o a otro de un eje) o el gobierno para distraer a la opinión pública frente al evidente fracaso de su política económica resulta irrelevante a efectos de que ahora debemos considerar el tema.
En síntesis, el aborto es un tema que atraviesa a todas las sociedades del mundo y siempre es una herramienta que sirve tanto para reparar desaguisados políticos como para provocarlos.

A mí me parece que su discusión no es oportuna en Argentina, que debe resolver problemas más urgentes de convivencia entre sus habitantes.

Confieso que no he seguido ningún debate televisivo -si es que eso existe- si es que ha habido alguno ni que tampoco he estudiado los argumentos y las decisiones que han tomado otros países al respecto. En cambio, sí he leído unos cuantos artículos de autores que respeto y de otros que no conocía.
Dejando de lado el oportunismo político arriba mencionado, encontré que las posiciones se basaban en dos argumentos principales: uno relacionado con la entidad biológica de los embriones y el origen de la vida humana y otro, acaso derivado del primero, relacionado con la entidad jurídica de un ser humano por nacer.

Respecto del primero de los argumentos se dice que hay vida humana "desde el momento de la concepción". No he encontrado elementos de discusión sobre este punto entre quienes apoyan la legalización del aborto, lo que me resultó curioso ya que es un punto muy discutible.
Sin intención de valerme de una ambigüedad lingüística, debe reconocerse que el término concepción no es claro y distinto. Un hijo se concibe desde el mismo momento en que uno se pone a pensar en él y lo busca, lo que antecede a la copulación. A veces esto se hace en forma consciente y deliberada y otras no. También hay personas que tienen deseos complementarios al de traer un hijo al mundo, y ellos pertenecen al fuero más íntimo. Se nos pueden ocurrir miles de pensamientos sobre las intenciones de cada ser humano decidido a procrear. De modo que, en primer lugar, vemos que la concepción tiene que ver con una idea, una idea que además le da forma al sujeto por venir, desde pensar en su nombre hasta hacer lugar para él en el hogar y en el presupuesto familiar.
Por otra parte, uno no quiere tener un hijo indistinto, quiere tener un hijo en particular. 

También por eso es que la medicina ha creado estudios que monitorean que el embarazo produzca un hijo sano, y muchas familias deciden no continuar con esos embarazos cuando hay problemas. También las parejas homosexuales o individuos solos quieren tener hijos con sus trazas biológicas y para ello recurren a sofisticados métodos para conseguirlos. Esto es una novedad que ninguna religión ni tratado sobre moral ha considerado porque el asunto no tiene antecedentes en la historia de la humanidad, que hasta hace muy poco tiempo ha producido su descendencia exclusivamente de la manera en la que todos los mamíferos lo hacen.

Es, entonces, más complejo de lo que parece situar un momento preciso para  la concepción.

Algunos están aferrados e incólumes ante la idea de que el momento de la concepción es cuando se juntan un gameto masculino con uno femenino dando lugar a un híbrido entre ambos que tiene su propia carga genética, distinta a los de sus progenitores. 

Llamar a este producto persona o ser humano a mí me parece tan arbitrario como no hacerlo. 

Y sus consecuencias pertenecen más al territorio de lo jurídico que al de la biología. Pensemos que las religiones occidentales aún toleran el asesinato en determinadas circunstancias, y hace nomás quinientos años atrás se debatía si los aborígenes de las Américas tenían alma, así que tampoco ellas tienen tantas certezas sobre lo que es un ser humano.

Todavía la biología no ha concebido hipótesis acerca del mecanismo que hace que un macho produzca millones de espermatozoides a efectos de fecundar un solo óvulo y cómo es que uno de ellos es "seleccionado" -también debería explicarse el alcance de este término- ni cómo llegan a producirse tantos abortos espontáneos, que son muchos más de los que se conocen. No obstante, a pesar de que no se ha avanzado en los estudios morales y jurídicos, lo que me parece erróneo, la ciencia ha avanzado en la manipulación de células para curar enfermedades, reemplazar órganos y también reproducir seres humanos.
Estos logros interpelan al argumento que sostiene que una célula es un ser humano. Si esto es así, hay millones de seres humanos en los laboratorios y en los centros de fertilización, que hoy no tienen estatus jurídico.

Ante esta indefinición que aún nos presenta, la biología pone la discusión en el campo del derecho.

El estado actual de las cosas es que más allá de precisiones sobre el momento de la concepción se entiende que hay un ser humano cuando se detecta un embrión en el vientre de una mujer. Y la ley dice que la mujer no puede decidir sobre continuar o no el proceso que llevará a esa entidad a independizarse de su cuerpo unos meses después (porque la medicina también ha hecho posible que vidas hasta hace poco tiempo inviables fuera del seno materno ahora puedan ser salvadas).

El embarazo o su interrupción sigue siendo una cosa muy diferente para varones que para mujeres. Son ellas las que llevan el fruto en el vientre hasta el momento del nacimiento. En el caso de embarazos no buscados ni deseados de ninguna manera posible es un hecho muy cercano a la tortura la obligación de llevarlos a término. Y aún después del alumbramiento tanto la madre como el hijo cargarán con el estigma de esa relación.

Creo que estamos en este punto de la discusión, porque no estamos decidiendo sobre el estatus jurídico del aborto, estamos discutiendo si a la luz de consideraciones como las que he realizado y otras que, por ignorancia de su existencia o porque no han sido hechas aún, no he hecho, debemos revisar la norma vigente que iguala el aborto al homicidio, y que califica de homicida a la mujer que decide someter su cuerpo a la intervención que interrumpe el embarazo y al tercero (médico o no) que la realiza.

Puede entenderse a las personas que creen que por gracia divina o por otras razones entiendan que lo que lleva una mujer embarazada es un ser humano y están dispuestos a ejercer presión sobre la sociedad para que se lo respete, pero hay que decir que su posición es, al menos, discutible.

Me parecen pueriles los argumentos a favor de la legalización del aborto por razones de salud de la población (siendo que, además, algunos llaman la salud pública cuando se trata de un asunto puramente individual) ya que, en el caso de que se considere al aborto como un homicidio, no es válido el argumento de legalizar una práctica delictiva porque es difícil de evitar, de descubrir o de castigar.

Tampoco se han considerado suficientemente las consecuencias del cambio legislativo.

¿Habrá médicos que quieran practicar abortos en forma explícita? ¿se considerará el aborto legal como un derecho al que cualquier mujer puede acceder en forma gratuita? ¿esto llevará a los jóvenes y a los que no lo son a tener conductas sexuales descuidadas? ¿se propone también legislar sobre las células madre y los embriones fecundados in vitro? ¿habrá funcionarios públicos dedicados a autorizar y administrar la práctica del aborto?¿se cuenta con la infraestructura sanitaria necesaria para atender los casos que se presenten, siendo que el tiempo es una variable fundamental a tener en cuenta? ¿querrán las mujeres ser expuestas ante sus familiares y amigos o preferirán mantener no ya la clandestinidad sino la privacidad, porque un aborto no es una endoscopía?

Estas y muchas otras preguntas que pertenecen, a mi entender, a un segundo orden, deben ser respondidas, pues no son menores sus efectos en la vida de la sociedad.

¿Podremos estar serenos y tomar las decisiones que representan mejor el modo de vivir actual?

¿Hasta dónde estamos dispuestos a tolerar las diferencias sobre nuestras creencias para mantener el propósito de vivir juntos en forma pacífica?

Y una vez convencidos, al menos por un rato, sobre el origen de la vida, ¿nos animaremos a hablar sobre su final?