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lunes, 17 de agosto de 2020

Para evitar los contagios eligieron el miedo, y tendremos los dos.

 

Los psicólogos Daniel Kahneman (Premio Nobel de Economía en 2002) y Amos Tversky explican en su famoso libro Thinking Fast & Slow los mecanismos mentales que se manifiestan en la humana “aversión al riesgo”.

Allí sostienen que una pérdida tiene una valoración subjetiva de al menos el doble que una ganancia del mismo monto. El fenómeno es especialmente estudiado en la psicología de las finanzas. Entre sus variados ejemplos citan el siguiente: “El gran Paul Samuelson –un gigante entre los economistas del siglo XX- le pregunta a un amigo si aceptaría una apuesta con consistente en revolear una moneda, si su elección fuera acertada, ganaría $  200 y si no acertara debería pagar $ 100. Su amigo respondió “No acepto, porque sufriría más la pérdida de $ 100 de lo que disfrutaría la ganancia de $ 200.”

 

Tal respuesta es absurda si se la considera bajo un análisis de las probabilidades, lo que claramente favorecería aceptar el riesgo: $ 100 x 0.5= $ 50; $ 200 x 0.5= 100. Lo curioso del asunto, es que también rechazaría la apuesta si en lugar de un solo intento esta se repitiera 100 veces, lo que probabilísticamente daría una chance de 1 entre 2300 de perder algo de dinero y de 1 entre 62.000 de perder más de $ 1000.

 

¿Por qué entonces, no sólo el amigo de Samuelson  sino la mayoría de las personas son proclives a rechazar la apuesta?

 

La respuesta que dan los autores, y que es la principal hipótesis del libro, es que nuestra conducta está guiada por nuestro conocimiento innato. ¿Qué es el conocimiento? Es la capacidad de interpretar los fenómenos que percibimos. El conocimiento innato es aquél que nos viene dado por la biología, producto de millones de años de evolución, que descansa en la teoría de que los seres vivos –desde los virus a los humanos- somos entes que buscan perpetuar su especie. Esta lucha por la supervivencia requiere de un gran consumo de energía, que es mayor cuanto más complejo es un organismo. Nuestros cerebros consumen alrededor de un 20% de nuestra energía diaria y el pensamiento consciente y racional es muy costoso en términos energéticos, por lo que evolutivamente hemos ido desarrollando un sistema de interpretación y respuesta a los estímulos del ambiente que responde de forma automática e inmediata a un bajo costo energético. Todos los mecanismos que tienden a alejarnos de los peligros como el asco, el desprecio o el miedo son productos de esta evolución. Cualquier estímulo que nuestro cerebro perciba como peligroso activa estas respuestas de forma inmediata y sólo luego de un costoso esfuerzo podemos racionalizar el problema.

 

Kahneman y Tversky definen a estas dos modalidades de pensamiento como Sistema 1 y Sistema 2. El Sistema 1 toma decisiones de modo rápido, automático e inconsciente. El Sistema 2 es lento, reflexivo y consciente y, lo más importante, siempre sus respuestas suceden a las del Sistema 1 y no puede, por más esfuerzos que realice, desprenderse completamente de él.

 

Esta hipótesis explica por qué, a pesar de que la probabilidad de ganar la apuesta, el amigo de Samuelson elige declinarla. Su cerebro registra antes el peligro de la pérdida que la oportunidad de la ganancia. Milenios de supervivencia en la sabana africana cultivaron en los humanos la prudente aversión al riesgo.

 

Si esto sucede en entornos financieros, el sesgo se profundiza aún más cuando se trata de la salud. Kahneman muestra este ejemplo, tomado de la investigación de Richard Thaler:

“Usted está expuesto a una enfermedad que en caso de contraerse lo llevará a una rápida e indolora muerte en el término de una semana. La probabilidad de que enferme es de 1/1000. Hay una vacuna disponible que es efectiva sólo si es aplicada antes de que los síntomas aparezcan. ¿Cuánto es lo máximo que está dispuesto a pagar por la vacuna?

La mayoría de la gente dijo que pagaría una suma significativa pero limitada.

Enfrentar la posibilidad de morir es desagradable pero el riesgo es pequeño y no parece razonable arruinar las finanzas personales para protegerse.

Consideremos ahora una sutil variación.

Se necesitan voluntarios para una investigación sobre la mencionada enfermedad. Todo lo que se requiere es que usted se exponga a una chance de 1/1000 de enfermar. ¿Cuál es el pago mínimo que usted pediría para participar del programa? (se aclara que no puede recibir la vacuna).

Como puede suponerse, este pago supera largamente la cifra que los encuestados están dispuestos a pagar por la vacuna. Thaler informalmente reporta que la relación típica es de 50 a 1. Esta enorme diferencia refleja dos características de este problema. En primer lugar, se presume que uno no vende su salud, la transacción no es considerada legítima y la reticencia al hacerlo se expresa en un precio muy alto. Y, tal vez, lo más importante, es que uno es responsable si el resultado es malo. Uno sabe que si se despierta en la mañana con síntomas que indiquen que morirá pronto se sentirá mucho más arrepentido en el segundo caso que en  el primero, porque podría haber evitado tal situación con sólo rechazar la idea de siquiera considerar el precio. Podría haber permanecido sin hacer nada, pero habiendo tomado la decisión el hecho contrafáctico de poder habido no tomarla lo perseguirá por el resto de sus días."

 

Al hecho de que el Sistema 1 promueve una respuesta que no considera el cálculo de probabilidades, se suma el penoso sentimiento del arrepentimiento, y su congénere la culpa, que es más potente cuando el error surge de haber hecho algo que cuando se produce por haber omitido hacerlo.

 

Con esta explicación, quedan muy claras las opciones que enfrentan la personas a las que se les ordena el confinamiento para evitar el contagio con coronavirus.

 

En primer lugar, se anuncia que el virus es potencialmente mortal. Para el Sistema 1 da lo mismo si la chance de morir es de 1/100, de 1/1000 o de 1/100000. Para el Sistema 1 es lo mismo Contagio que Enfermedad y Enfermedad es lo mismo que Muerte. Que podamos pensar en esa posibilidad es suficiente para disparar nuestros mecanismos defensivos, en este caso, el miedo. Como todos podrán haber comprobado durante estos meses, este sentimiento no sólo permanece en la esfera del pensamiento sino que es sentido con todo el cuerpo. Cuando vemos imágenes o escuchamos testimonios de un enfermo nuestro pulso se acelera y nuestro cuerpo se estremece del mismo modo que sucedería si nos enfrentáramos a un león en la sabana africana.

 

Quien comprenda este mecanismo sabrá que es una tarea inútil convencer con cuadros, estadísticas y probabilidades a quien tiene bloqueado por el miedo a su Sistema 2. Lo mismo sucede con las fobias, que producen pánico en las personas que las sufren, pueden entender que sus temores son absurdos y ni siquiera consideran las burlas de quienes no las sienten como un argumento para abandonarlas.

 

Los comunicadores sociales profesionales, entre ellos los políticos, conocen muy bien estos mecanismos, por esa razón siempre apelan a despertar las emociones en el público y buscan masificarlo. También por eso se niegan a participar de conferencias de prensa abiertas, porque el diálogo y la interlocución los obligaría a exponer sólidos argumentos, de los que generalmente carecen, para defender sus decisiones.

En épocas donde la cohesión social disminuye y la confianza en la política se acrecienta, se ingresa en un círculo vicioso en el que la manipulación sustituye a la comunicación honesta.

 

Deténgase aquí, y mire este entretenido vídeo que ilustra los mecanismos de manipulación:

https://www.youtube.com/watch?v=GdqCIyicuI0

 

 

Cuando sentimos miedo enfocamos nuestra atención exclusivamente en el objeto que nos despierta el temor, concentramos nuestra energía en defendernos de él. Por eso, lo normal es que desestimemos otros asuntos. Si estamos temerosos por cuidarnos de un contagio de un virus olvidamos las otras enfermedades que tenemos o podemos contraer, además de otros asuntos de nuestra vida.

 

En el Sistema 2 el efecto es la racionalización, sólo se buscan razones que justifiquen la emoción. Los razonamientos caen presa del sesgo de confirmación y sólo se atienden argumentos que confirmen la posición que se sostiene. Los profesionales mejor formados comprenden y tienen capacidad de enfrentar estos sesgos cognitivos, pero aun así son humanos y no pueden evitarlos del todo. Sostener con firmeza posiciones equivocadas no solamente se trata de deshonestidad intelectual, que también existe, sino que además el costo de cambiar de opinión es muy alto, sobre todo si uno va a oponerse a la opinión generalizada. Es más fácil equivocarse en manada que tener razón en soledad. Saben mucho de eso los operadores de bolsa.

 

El problema para quienes manipulan las emociones es sostener los efectos de sus acciones en el tiempo. Por eso se necesitan reforzar cotidianamente los estímulos por todos los medios posibles. Además de otros artilugios, como polarizar con quienes ofrecen visiones alternativas.

Aun así, surgen otras necesidades que amenazan la supervivencia, como la de alimentarse o reforzar los lazos afectivos con familiares y amigos que confrontan con las intenciones de los que intentan imponer su visión.

 

La prolongación de las medidas restrictivas por mucho tiempo tiene como intención la construcción de nuevos hábitos de conducta, crear "la nueva normalidad". Para conseguir este fin también se promueve el uso de un nuevo lenguaje. Los humanos construimos nuestra identidad por medio de la narrativa.

 

Pronto deberemos enfrentar el dilema entre contagiarnos para desarrollar defensas naturales contra la epidemia o inocularnos con una vacuna prematura, de dudosa eficacia y sin conocer sus efectos secundarios.

 

Volveremos a ser objetos de la manipulación. Conocer los mecanismos con la que se realiza nos permitirá decidir mejor. Está en nuestra conciencia poder hacerlo. El miedo -Sistema 1- respuesta primaria de la supervivencia, puede dejar paso a la prudencia -Sistema 2- para que ordene las acciones a favor de nuestros intereses.

 

Es más fácil engañar a alguien que convencerlo de que ha sido engañado.