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domingo, 29 de octubre de 2017

Secesiones I. La memética.



Individual rights are not subject to a public vote; a majority has no right to vote away the rights of a minority; the political function of rights is precisely to protect minorities from oppression by majorities (and the smallest minority on earth is the individual).
Ayn Rand.

Toda sociedad que valore la libertad deberá valorar el proyecto de vida de cada uno de los individuos que la forman. Las reglas de justicia a las que los individuos se someten en forma voluntaria les aseguran el marco de respeto recíproco necesario para conseguir tal fin.
Esta es la consecuencia natural de toda sociedad humana, si entendemos por natural la evolución de un orden espontáneo hacia la convivencia pacífica, que es producto de múltiples experiencias de normas que son sometidas a un arduo y lento proceso de selección.
Más complejo resulta el orden cuanto más extenso es el grupo humano. Establecer alguna clase de orden es sencillo cuando los grupos humanos son reducidos. Los humanos tenemos un instinto gregario, no podemos sobrevivir solos. Nacemos sometidos a las reglas grupales cuya mínima expresión es la familia, y se extiende hacia la tribu. Las relaciones de jerarquía, el orden social, el lenguaje y una variada y compleja trama de relaciones se dan en forma espontánea en las sociedades pequeñas en la que todos los miembros interactúan cotidianamente entre sí. Esta trama de relaciones constituye la identidad cultural que da sustento a la idea, más abstracta, de nación.
Una vez conseguido el dominio sobre la naturaleza se nos imponen nuevas necesidades. Resuelto el problema de la supervivencia, como ilustró el psicólogo Abraham Maslow, surgen necesidades de un orden superior (sociales, de reconocimiento, y luego de autorrealización). La satisfacción de esas necesidades requiere de agrupamientos más numerosos. Las reglas de convivencia útiles para grupos pequeños pierden eficacia. La cooperación entre miembros de grupos reducidos debe extenderse hacia la cooperación con otras personas con las que no se tiene un lazo afectivo o ni siquiera se mantiene contacto. El orden resultante es la civilización.
Pero los agrupamientos humanos no sólo dependen de este orden, también se pueden lograr agrupamientos mediante la coerción, conseguir una cooperación forzada mediante el uso de la fuerza, cuyo orden resultante no es la civilización sino la militarización, y su expresión política son las formas conocidas de gobierno.
Ambas fuerzas conviven en todas las sociedades, la cooperación tiene como contrapartida a la competencia, devenida del instinto de supervivencia. Vivimos en tensión constante entre las oportunidades que nos presenta la posibilidad de aprovechar las ventajas de la cooperación dentro de un orden social extenso, cuya máxima expresión se da a escala planetaria, y las amenazas a la supervivencia que se corporizan en la competencia.
El orden mundial es un orden en constante transición. Las fronteras se expanden en forma permanente a medida que la evolución de la tecnología nos permite establecer contactos con personas alejadas de nuestro lugar de residencia.
En el contexto de estas expresiones de humanidad es que tenemos que entender los fenómenos políticos como las ideas de secesión.
Debemos estudiar qué cosas son las que determinan nuestras fronteras mentales.
Por un lado, nos reconocemos humanos y estamos conectados emocionalmente con otros seres de nuestra especie, al punto de conmovernos por cualquier suceso, incluso los que suceden en ámbitos que no tienen capacidad de influir en nuestras vidas cotidianas. Por otro lado necesitamos establecer límites, marcar nuestros territorios, adherir a ciertas nociones de identidad colectiva (nación, idioma, dialecto, jerga, país, provincia, municipio, vecindario). Siempre en constante tensión.
Nos llama la atención cuando se expresan las ideas de la secesión, sin tener en cuenta su opuesto, la anexión. Son claras las ventajas que presenta convivir en órdenes sociales extensos, es mucho más sencilla la vida en las ciudades que en el campo, al menos en lo que a la satisfacción de las necesidades materiales se refiere. Pero cuando algún suceso o cadena de sucesos nos hace percibir una amenaza a nuestra supervivencia buscamos la seguridad de los grupos cerrados. No podemos, aún, librarnos de esas pulsiones ancestrales.
Los nacionalismos son las racionalizaciones de esa aversión al riesgo. Por esa razón, en forma intencional o no, los líderes políticos explotan las ideas que representan amenazas para conseguir poder. Por eso está tan asociada al nacionalismo la idea de secesión, aunque no siempre es así, también la secesión es una respuesta a lo que se vive como opresión. En esta circunstancia el proceso es menos ruidoso. Los sujetos que se sienten oprimidos suelen buscar respuestas individuales antes que colectivas, por ejemplo emigrando, cuando es posible.
Lejos de ser un fenómeno extraordinario, los movimientos entre las fronteras han sido constantes en la historia. Los estados modernos, a medida que las personas se desarrollan y son más independientes, resultan estructuras obsoletas para responder a las nuevas necesidades. Deberemos acostumbrarnos a ver las manifestaciones de un nuevo orden.