Individual rights are
not subject to a public vote; a majority has no right to vote away the rights
of a minority; the political function of rights is precisely to protect
minorities from oppression by majorities (and the smallest minority on earth is
the individual).
Ayn Rand.
Toda sociedad que
valore la libertad deberá valorar el proyecto de vida de cada uno de los
individuos que la forman. Las reglas de justicia a las que los individuos se
someten en forma voluntaria les aseguran el marco de respeto recíproco
necesario para conseguir tal fin.
Esta es la
consecuencia natural de toda sociedad humana, si entendemos por natural la
evolución de un orden espontáneo hacia la convivencia pacífica, que es producto
de múltiples experiencias de normas que son sometidas a un arduo y lento
proceso de selección.
Más complejo
resulta el orden cuanto más extenso es el grupo humano. Establecer alguna clase
de orden es sencillo cuando los grupos humanos son reducidos. Los humanos
tenemos un instinto gregario, no podemos sobrevivir solos. Nacemos sometidos a
las reglas grupales cuya mínima expresión es la familia, y se extiende hacia la
tribu. Las relaciones de jerarquía, el orden social, el lenguaje y una variada
y compleja trama de relaciones se dan en forma espontánea en las sociedades
pequeñas en la que todos los
miembros interactúan cotidianamente entre sí. Esta trama de relaciones
constituye la identidad cultural que da sustento a la idea, más abstracta, de
nación.
Una vez conseguido el dominio sobre la naturaleza se nos imponen nuevas
necesidades. Resuelto el problema de la supervivencia, como ilustró el
psicólogo Abraham Maslow, surgen necesidades de un orden superior (sociales, de
reconocimiento, y luego de autorrealización). La satisfacción de esas
necesidades requiere de agrupamientos más numerosos. Las reglas de convivencia
útiles para grupos pequeños pierden eficacia. La cooperación entre miembros de
grupos reducidos debe extenderse hacia la cooperación con otras personas con
las que no se tiene un lazo afectivo o ni siquiera se mantiene contacto. El orden
resultante es la civilización.
Pero los agrupamientos humanos no sólo dependen de este orden, también
se pueden lograr agrupamientos mediante la coerción, conseguir una cooperación
forzada mediante el uso de la fuerza, cuyo orden resultante no es la civilización
sino la militarización, y su expresión política son las formas conocidas de
gobierno.
Ambas fuerzas conviven en todas las sociedades, la cooperación tiene
como contrapartida a la competencia, devenida del instinto de supervivencia.
Vivimos en tensión constante entre las oportunidades que nos presenta la
posibilidad de aprovechar las ventajas de la cooperación dentro de un orden
social extenso, cuya máxima expresión se da a escala planetaria, y las amenazas
a la supervivencia que se corporizan en la competencia.
El orden mundial es un orden en constante transición. Las fronteras se
expanden en forma permanente a medida que la evolución de la tecnología nos
permite establecer contactos con personas alejadas de nuestro lugar de
residencia.
En el contexto de estas expresiones de humanidad es que tenemos que
entender los fenómenos políticos como las ideas de secesión.
Debemos estudiar qué cosas son las que determinan nuestras fronteras
mentales.
Por un lado, nos reconocemos humanos y estamos conectados emocionalmente
con otros seres de nuestra especie, al punto de conmovernos por cualquier
suceso, incluso los que suceden en ámbitos que no tienen capacidad de influir
en nuestras vidas cotidianas. Por otro lado necesitamos establecer límites,
marcar nuestros territorios, adherir a ciertas nociones de identidad colectiva
(nación, idioma, dialecto, jerga, país, provincia, municipio, vecindario).
Siempre en constante tensión.
Nos llama la atención cuando se expresan las ideas de la secesión, sin
tener en cuenta su opuesto, la anexión. Son claras las ventajas que presenta
convivir en órdenes sociales extensos, es mucho más sencilla la vida en las
ciudades que en el campo, al menos en lo que a la satisfacción de las
necesidades materiales se refiere. Pero cuando algún suceso o cadena de sucesos
nos hace percibir una amenaza a nuestra supervivencia buscamos la seguridad de
los grupos cerrados. No podemos, aún, librarnos de esas pulsiones ancestrales.
Los nacionalismos son las racionalizaciones de esa aversión al riesgo. Por
esa razón, en forma intencional o no, los líderes políticos explotan las ideas
que representan amenazas para conseguir poder. Por eso está tan asociada al
nacionalismo la idea de secesión, aunque no siempre es así, también la secesión
es una respuesta a lo que se vive como opresión. En esta circunstancia el
proceso es menos ruidoso. Los sujetos que se sienten oprimidos suelen buscar
respuestas individuales antes que colectivas, por ejemplo emigrando, cuando es
posible.
Lejos de ser un fenómeno extraordinario, los movimientos entre las
fronteras han sido constantes en la historia. Los estados modernos, a medida
que las personas se desarrollan y son más independientes, resultan estructuras
obsoletas para responder a las nuevas necesidades. Deberemos acostumbrarnos a
ver las manifestaciones de un nuevo orden.
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