El domingo 22 de
2015 a la noche vi por televisión a un grupo de militantes del gobierno
reunidos en la Plaza de Mayo. Algunos de
ellos lloraban. Bueno, -pensé- algo natural. Querían que gane un candidato y
ganó otro. Algunos se juegan su empleo en eso.
El lunes, me
encontré con una amiga que hacía tiempo que no veía y con la que no hablaba
habitualmente de política. Me preguntó cómo me sentía. Felíz, le respondí. Mi
temor era que si el gobierno hubiese ganado
las elecciones se profundizaría la chavización del país (un neologismo
para explicar el progreso de un populismo muy conocido en Latinoamérica hacia
un totalitarismo feroz). Que el gobierno perdiera a manos de un grupo de
partidos que proponía una alternativa republicana me alivia. Creí que ella
compartiría mi sentimiento. Pero me dijo que había llorado toda la noche. Leyó
mi gesto de asombro como un por qué y me lanzó un “tengo miedo que vuelva la
derecha”. Cuando me disponía a preguntarle qué era lo que eso significaba para
ella me dijo que se tenía que ir a buscar a su hijo para llevarlo a una clase
de música, creo.
A esa altura
comencé a sentirme como si estuviera en un cine y todos lloraran y a mí la
película no me moviera un pelo. ¿Hay algo que yo no estoy entendiendo? Porque
sé que no me aqueja el Sindrome de Asperger.
El mismo
sentimiento tuve durante estas últimas semanas frente a la “campaña del miedo”.
El miedo es el motivador más importante, más que la codicia, más que el amor.
Que Macri devaluaría, que liberaría los precios, argumentos que más allá de
lógicos son inevitables, pues la devaluación se hace cada vez que por la misma
cantidad de dólares –o de cualquier bien- hay más pesos (que no se paran de
fabricar), o porque si los precios no
son libres es porque alguien los fija por debajo de lo que lo hace el que vende,
perdiendo, en consecuencia, los incentivos para seguir vendiendo, lo que a su
vez genera escasez, haciendo que todavía sobren más pesos.
Pero bueno, esos
son razonamientos muy racionales o muy técnicos, así que la campaña del miedo
comenzó a apelar, como dicen los buenos consultores, a lo más irracional: que
Macri quitaría la AUH (si todo se hizo tan bien, por qué habría no solo que
mantenerla, sino aumentarla?), que Macri liberaría a los genocidas, que Macri lo traería a Cavallo, que Macri
mataría a los jubilados, que Macri nos haría volver a los 90s (donde Macri
recién se asomaba a Boca y Scioli era introducido a la política por Menem y los
Kirchner eran los gobernadores preferidos de Cavallo). El matemático Adrián
Paenza difundió un video pidiendo, rogando, no votar por Macri. El clímax de
los argumentos lo enunció el candidato Scioli, cuando describió el Triángulo
del Mal compuesto por Macrí, los buitres y el FMI. Uno en cada vértice.
En fin, la idea era
presentar miedos tan absurdos que para los que no nos asustamos el efecto fue el de provocar sorna o risa.
De todos
modos, a la luz de la escasa diferencia
a favor de Macri, se ve que algún efecto tuvo, lo que me indica que la sociedad
está más enferma de lo que yo pensaba.
Pero bueno –seguí
pensando- algo tiene que haber para que la carne se les haga llanto.
Entonces me remonté
a 2003, y empecé a repasar qué hicieron.
Llegaron a la
presidencia siendo dos desconocidos del sur –en esta tierra de sátrapas y
tránsfugas ser desconocido es una ventaja- traídos por Duhalde por descarte de
De la Sota (porque no medía) y de Reutemann (porque no quería).
Vendiéndonos una simpática ingenuidad y
prometiéndonos un país normal, Néstor Kirchner y su esposa aprovecharon el trabajo
sucio hecho por su mentor (una devaluación de la moneda del 300%!, y el robo de
los depósitos cariñosamente llamados corralito y corralón mientras no se pagaba
la deuda defaulteada) y el maná que hizo llover dólares a la Argentina gracias
a que China entendió que lo importante es que los gatos cacen ratones.
Y ahí empezaron a
reescribir la nonagésima quinta edición, aumentada y mejorada, del Manual del
Populista, cuyas versiones originales pueden leerlas en Maquiavelo, Hayek,
Orwell y tantos otros.
Como los libros de
management norteamericanos, el manual puede resumirse en una frase: Usted
necesita los votos de la mayoría. Haga lo que sea necesario para conseguirlos.
Punto.
A eso se han
dedicado con esmero y con fruición y, porque no decirlo, con pericia.
Néstor siempre supo
que los hombres, o los políticos mejor dicho, tienen un precio, que en general
se puede pactar en billetes. Así que su primera vocación fue hacerse de toda
caja que podía rondar por la Argentina. Era imprescindible para comprar voluntades.
Luego, la pátina simbólica la darían Carta Abierta, los artistas populares y el
Futbol para Todos.
En los primeros
tiempos, por lo ya citado, y porque la gente se comió que había que
sacrificarse luego de lo que nos hicieron esos turros de los 90s, no le costó
mucho juntar plata.
Se apropió de las
retenciones y practicó un férreo unitarismo fiscal para disciplinar a sus ex
colegas gobernadores, pegando una vuelta de campana sobre sus discursos
noventistas sobre la coparticipación (por algo lo llamaban Lupin). Para todas
las obras de todo el país la guita salía de Buenos Aires.
Así, ganó caminando
en las legislativas del 2005. Transformar el Congreso en una escribanía era el
paso siguiente. Hay que tapar el robo con leyes que lo permitan.
Mientras tanto, el
proyecto seguía sumando cada vez más amigos, había que poner un plato más en la
mesa. Las Madres se recibieron de constructoras y de profesoras universitarias
mientras no dejaron de usar la aspiradora, en este caso, de fondos. A cambio,
le dieron a Néstor el sable de San Martín, las pilchas de Belgrano, el coraje
de Moreno (Mariano, no el vulgar lugarteniente Guillermo) sólo por descolgar un
cuadro.
Hasta acá venía sin
despeinarse.
Pero claro, pasados
los primeros temores y ya sintiendo que iba a renovar el alquiler en Olivos por
unos cuantos años más, la codicia le ganó al miedo y alguien le sopló al oído
que no está tan bueno eso de vivir con lo nuestro si también se puede disfrutar
de la de ellos, técnicamente, del ahorro del mundo. Podíamos volver a
endeudarnos, claro que a cambio de renegociar la deuda en default, y allá fue.
Y entró más guita,
y se acercaron más amigos. Tenía que hacer dos cosas: tenerlos contentos y que
nadie le escupa el asado. Para lo
segundo, le llenó la cara de billetes al FMI que se los reclamaba al 4% en
cómodas cuotas pagados con los billetes más urgentes y al 14% que le prestó el
luego Pajarito Caribeño.
Y ya no alcanzaba
la primera fila de la Rosada para aplaudir: piqueteros, Madres, Abuelas,
artistas de variedades, industriales prebendarios, sindicalistas, pejotistas,
radicales K, socialistas K, comunistas K, periodistas K. La sartén por el
mango, y el mango también.
Acá se dieron
cuenta de que el Relato paga. Casi todos los libros de historia nos cuentan la
historia de ladrones pero los llaman héroes o próceres. El truco es transformar
al damnificado en alguien merecedor de todos los males.
En la primera etapa
K los ogros fueron los genocidas de los 70s (estamos en los 2000s y son unos
viejos desdentados) y el siempre apto FMI.
Hasta acá la caja
daba para hacer lo que todo político que quiera gobernar tiene que hacer:
concentrar los beneficios y dispersar los costos. No costaba mucho mantener a
los industriales contentos con subsidios y barreras a la importación; a la clase
media urbana con subsidios a la energía y al transporte y a los pobres con
dinero –muy poco- para que no trabajen.
A todo eso se le
llamó –a todo hay que ponerle un nombre rimbombante- Modelo Nacional Productivo
de Matriz Diversificada con Inclusión Social. La pucha! Quién se atreve a
preguntar qué es eso?
Pero los K no son
malos, o si, pero antes que nada son pícaros. Todo esto descansa en la falaz
premisa de que hay pobres porque hay ricos. Lo que uno no tiene es porque otro
se lo quitó.
Entonces se crearon
una imagen de que a pesar de que disponían de más poder y dinero que nadie en
la Argentina eran en realidad unos héroes románticos que dejando la vida por su
pueblo luchaban contra los Poderes Fácticos Permanentes, a quién nunca identificaron
ni van a identificar, por esa cosa que les enseñó Laclau del significante
vacío, que a su vez le birló al psicoanálisis lacaniano.
Y el cuento cierra
redondo: Necesitas los votos, los conseguís dándole a la gente algo por lo que
no trabajó, conseguís a quien sacárselo, lo transformás en enemigo público para
que se lo merezca y todo lo decorás con
una puesta en escena envidia de Hollywood.
Todo esto no es
posible sin una sociedad tan indigna como los gobernantes. Una sociedad que se
da cuenta del cuento, pero cree que se merece todo lo que le dan porque ya le
robaron bastante y que igual son todos chorros y mejor agarrar y callarse la
boca.
Así que la
seguidilla de saqueos tenía la mesa servida. Primero las AFJPs. A sólo un mes
de preguntarle a la gente qué sistema de ahorro para su jubilación prefería,
hizo todo lo contrario a lo que el público eligió y se apropió de la caja.
Luego los impuestos empezaron a subir por el ascensor –nos cobran impuestos
expropiatorios para devolvernos una parte en subsidios injustos-.
El gobierno de
Néstor experimenta una fatiga moral. Después de cuatro años en los que para
sacarnos del infierno se permitieron arbitrariedades no propias de un país
decente-entre ellas la destrucción de las estadísticas del INDEC-, se promete
una etapa de institucionalidad y llegan Cristina, Cobos y Vos.
Ganan la elección y
los ingenuos somos los que nos creímos que institucionalidad quería decir dejar de lado las arbitrariedades y establecer
un sistema de reglas de juego claras e iguales para todos.
Pero no, para esta
gente la institucionalidad consiste en dar a la arbitrariedad un blindaje
legislativo. Después de todo, en la verdadera democracia no importa la Ley sino
lo que el pueblo quiere. Y qué quiere el pueblo? Pues lo que dice el gobierno que el pueblo
quiere. Otra vez el significante vacío.
Y llega la madre de
todas las batallas de la era K. La de apropiarse la renta del sector más
jugoso. La gente sale a la calle y el campo gana la batalla por las
retenciones, y el gobierno empieza a ganar la guerra en la cultura.
Se llamó oligarcas
–agrogarcas- a los tipos que sólo querían impedir que se quedaran con el fruto
de su trabajo. Así se instaló la idea de
que todos los negocios tienen que pasar por el estado, que es quien conoce las
necesidades de todos y sabe cómo repartir lo que cada uno produce.
La derrota
económica muta en triunfo político. El freno agropecuario al expolio se
interpreta como el poder de los poderes fácticos que hay que combatir. Encima a
esos chetos en 4x4 se les ocurrió ocuparnos la calle.
Ahí nos hicieron
gastar guita en Delía y en los sindicatos para mostrarles quién la tiene más
grande. Ahora esos que no dan puntada sin hilo nos van a pedir una parte. Es
hora de crear una fuerza de choque con los nuestros y financiarla con empleos
públicos. Avisale a Máximo que traiga
unos amigos.
Trabas a las
exportaciones agropecuarias y a las importaciones de bienes siguieron en la
saga, con la excusa de proteger la mesa de los argentinos y la industria
nacional.
El próximo turno
para la apropiación lo tenía el banco central. Se modifica la carta orgánica y
se cambia la obligación del banco de proteger el valor de la moneda por el de
fomentar el empleo, que en criollo significa que el gobierno puede hacer uso y
abuso de las reservas (que son el ahorro de los ciudadanos) y emitir todos los
pesos que hagan falta para seguir comprando voluntades.
Como uno no puede
comerse a la gallina y pedirle que ponga huevos, la producción y el empleo
privado empiezan a caer.
Los opositores y la
prensa que explican esta situación son perseguidos y calificados de
antipatrias.
No es que se
hicieron las cosas mal sino que el mundo se nos cayó encima.
Pero por supuesto
que para el que piense que el gobierno tiene razón y que uno no es más que un cipayo conspirador,
ahí están a la vista, uno puede ir a verlos y admirarlos, olerlos, tocarlos y
disfrutarlos, los logros de la docena K: autopistas por todo el país, modernos
hospitales públicos, escuelas que despiertan la envidia de los países nórdicos
por el nivel de educación de sus niños, obras hidroeléctricas, redes de
distribución de energía, agua y cloacas, obras hídricas que transformaron a las
inundaciones en cosa del pasado, etc.
Ah no?, que para el
pan no alcanzó entonces nos gastamos todo en el circo de Tecnópolis, Futbol
para Todos, 678, recitales de Copani y películas de Andrea del Boca?
Bueno. Gobernar es
fijar prioridades y lo primero era recuperar Aerolíneas para La Cámpora e YPF
para la ponerla a pedir los dólares que al gobierno no le prestan ni a tasas
del 20%.
Es así. Cuando peor
hacés las cosas más autoritario te tenés que poner.
Cuando las cosas se
empiezan a poner duras con Moyano porque la inflación le come los bolsillos a
los laburantes y con los del partido Obrero porque se la ven venir y piden que
los tomen en la planta permanente del estado matan a Mariano Ferreyra y se
muere Néstor.
Lo llaman a Grosman
que le salió fenómeno lo de los fastos del bicentenario para que produzca el
funeral. Y sale redondo. Por esa debilidad de los latinos para transformar a
todos los muertos en buenos.
Nace el
Nestornauta, La Cámpora compra y vende gorros, banderas y vinchas y Ella se
transforma en la Madre de la Patria.
No importa lo que
haya que gastar ni de dónde va a salir la plata. La patria está primero.
Llegan en pleno
luto las elecciones de 2011. Ella elige a un muchacho simpático que descubrió
el negocio de fabricar la guita y las bondades de comprar departamentos en
Puerto Madero.
Por suerte la
oposición está llena de socialistas de todos los partidos y les da culpa
desnudar la mentira de la distribución del ingreso porque en el fondo piensan
igual aunque no les gusta hundir las manos en el barro.
Lo de la sintonía
fina es un recuerdo y empiezan a repartir dádivas para todos y todas. Viajamos
al exterior con dólar a $ 5.- y pagados en cómodas cuotas.
Como tampoco la
clase media es tonta, se la ve venir y compra cualquier cosa verde que le
pongan enfrente.
Todos saben que la
fiesta está por terminar y que afuera están esperando los del catering para
cobrar, por eso nadie quiere ser el primero en salir.
Ganan la reelección
con el 54% de los votos y se llevan de yapa la mayoría en ambas cámaras del
congreso y el convencimiento de diputados y senadores de que hay que hacer lo
Cristina quiere, que es la que sabe interpretar lo que quiere el pueblo.
Dos días después de
las elecciones se dan cuenta que no tienen la máquina de imprimir dólares y
ponen el Cepo. No sé si en ese momento mandaron a tallar la lápida para las
inversiones.
Con el norte del
país bajo el agua Cristina inaugura en la popular de Rosario el Vamos por Todo.
En este caso, la
prioridad es arrasar a la prensa opositora y dominar al poder que falta. Nace
Justicia Legítima con abogados militantes y carpetas de la SIDE de Stiuso para
usar contra los rebeldes.
En el medio se
promueve el matrimonio igualitario, que sirve como otro motivo para marcar la
cancha entre nosotros y ellos. Sólo por
usar la palabra matrimonio.
Por si hacían falta
más extravíos se firma un memorando con Irán para tratar de que ellos se
autoacusen del atentado a la Amia. Ya no nos quedan más amigos que los más
malos del barrio.
Mientras toda la
historia oficial se reescribe en el manual de Paka-Paka el narcotráfico se
apodera de las villas y de los lobbies.
No se crea más
empleo privado hace rato.
Griesa les hace el
favor de fallarles en contra en un juicio y el ingenuo anciano se transforma en
el rey de los Buitres.
El significante
vacío Buitre reemplaza en la vitrina peronista al mote de antipatria.
Muchos se dan cuenta
del peligro que Cristina está empezando a ser. Massa se anima y le voltea la
rerreelección (vieron lo mal que luce la palabra?).
Pasan dos o tres
pavadas más como el traslado de la estatua de Colón pero ya se huele el fin de
ciclo. Porque los extravíos son muy evidentes en las cadenas nacionales y
porque las bodegas del Banco Central podrían usarse como hangares anexos del
aeroparque por lo vacías.
Para colmo, el
fiscal Nisman se muere justo un día antes de presentar sus pruebas al congreso
sobre el ataque a la AMIA.
Pero como “es la
economía, estúpido”, mientras la gente tenga papeles en los bolsillos y cuotas
hasta para comprar la comida del canario, todo es cuestión de seguir sacándole
a los ricos para repartirla entre nosotros. El problema aparece cuando nosotros
empezamos a formar parte de los ricos y nos sacan la mitad del sueldo con el
impuesto a las ganancias.
La oposición
empieza a hacer cálculos a ver si le conviene ir dividida o juntarse. El
gobierno empieza a hacer cálculos a ver si le conviene tragarse a Scioli o mide
algún otro.
Mientras lo único
que crece es el narcotráfico, las economías regionales desfallecen y nos
pasamos todo el 2015 con más elecciones que partidos de fútbol.
Llegamos a las PASO
con un empate técnico. Nada se definió de cara a la primera vuelta. Sólo que en
el medio se produjeron en Tucumán las elecciones más viciadas de la era
moderna.
Si el dólar está en
el Cepo, Scioli está en el potro. Tironeado, para ver si junta los votos que le
faltan para cumplir su sueño de ser presidente luego de dejar a la provincia
más grande y rica del país en la miseria, entre sumar entre los independientes
o entre los fanáticos que no son suficientes.
Decide hacerse más
K que nunca y pierde.
Esa es la historia.
Fin de la película. Todavía no entiendo por qué lloran.