Por estos días la ciudad de
Buenos Aires se ha convertido en un infierno.
Por causas que se desconocen
puesto que ninguna autoridad ha salido a explicar, al gobierno se le ocurrió
desalojar a los comerciantes informales del Once.
Por la torpeza mostrada luego de
la reacción de este grupo no parece que nadie haya pensado en las consecuencias
de tal acción. Pensar que sí lo hicieron nos llevaría a escribir un tratado
sobre la perversidad.
¿Acaso el gobierno esperaba que
los manteros se retiraran ordenadamente?
¿Acaso desconocían los mecanismos
que permiten que estos grupos se desplieguen por la ciudad y mantengan una
actividad cotidiana sin conflictos entre ellos?
Si es difícil explicar la razón
por las que el gobierno ha acometido estas acciones tal vez no lo sea tanto
entender la estrategia utilizada para resolver el conflicto.
Para indignación de buena parte
de la sociedad la propuesta es la de ofrecer un lugar adecuado para ejercer la
venta de sus artículos (previo censo de los ocupantes que con mucha lógica
muchos de ellos rechazaron). Mientras se prepara el lugar, se ofrece a los
rebeldes un pago de cerca de $ 11.700 mensuales (casi un 40% más que el salario
mínimo vital y móvil) y un curso de capacitación sobre emprendedorismo, del cual
hoy se desconoce cuál de las dos partes sería la que enseñe a la otra. Esta
oferta fue rechazada por buena parte de los manteros.
Para calmar las reacciones de los
sufridos contribuyentes se dice que esos subsidios serán abonados por la CAME
(Confederación Argentina de la Mediana Empresa). Nadie sabe cómo una cámara
empresaria sin actividad comercial hará para recaudar los fondos para hacer
frente a los pagos.
Todavía no se han publicado
encuestas acerca de lo que la sociedad piensa que van a hacer los informales
una vez que se interrumpan estos pagos.
El periodista Willy Kohan suele
repetir sobre las mesas de negociación “si no estás en la mesa estás en el
menú”. Generalmente, estas negociaciones dejan afuera partes interesadas
desarticuladas como para funcionar como grupos de presión, en este caso,
comerciantes formales y vecinos del barrio cuyas veredas son ocupadas por los
informales pauperizando su vida cotidiana y el valor de sus propiedades.
El peruano Hernando de Soto con
la colaboración de su compatriota Enrique Ghersi han descripto este y otros
fenómenos de economía informal magistralmente en su libro “El Otro Sendero”(1987).
En oposición a los argumentos corrientemente utilizados, los autores
fundamentan que la informalidad aparece cuando las personas no tienen acceso a
los servicios del estado, especialmente los referidos a los registros de
propiedad, lo que es causado por los privilegios otorgados a otros grupos de
presión que actúan en connivencia con los políticos. La falta de acceso a estos
servicios se traduce en la manipulación de los necesitados por las mafias entre
las que están presentes funcionarios políticos y policiales.
Como vemos, el fenómeno de estos
días en Buenos Aires no es nada nuevo. Tampoco lo es la respuesta al conflicto
ofrecida por el gobierno. En efecto, el poder político actúa al margen de la
ley, pues siempre le es más redituable tener el poder de otorgar privilegios
que ser esclavo de las normas.
En este caso, además, opera la lógica fiscal: es preferible extraer
aún más dinero de los contribuyentes para resolver momentáneamente el conflicto
que bajar la presión impositiva como para que los comerciantes formales puedan
emplear personal sin riesgo para sus empresas y los independientes puedan
realizar una actividad dentro del marco de la ley.
Lejos están los poderes del
gobierno de cumplir con la Constitución Nacional, ni siquiera con el más básico
principio de igualdad ante la ley.
El director de cine Juan José
Campanella ha tuiteado en estos días: “No existe en Argentina ningún incentivo
para ser honesto. Ni premio para el decente ni castigo para el inmoral. La
Justicia nos abandonó.”
Con sentido más práctico, el
economista Juan Carlos De Pablo ha escrito en el el diario La Nación (24/12/16):
“(…) en materia fiscal, impera la "fuerzocracia". Ejemplo: los
movimientos sociales consiguen dinero antes que los contribuyentes impositivos,
porque los primeros cortan las calles y las rutas, mientras que los segundos se
limitan a hablar mal de la mamá de los funcionarios. “
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