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viernes, 17 de marzo de 2017

¿Por qué si tenemos razón no nos hacen caso?



No sé cómo les habrá sucedido a ustedes pero yo, cuando promediaba mis 20s, era socialista, aún sin tener muy claro lo que eso significaba.
Había sido educado en una familia de lo que se llama clase media de Avellaneda, no muy aventajada por cierto, pero mis padres me dieron una infancia feliz con mucho esfuerzo.  Me eduqué en un colegio católico y compartí la calle y los potreros con más chicos maleducados que bieneducados.
Estudié un tiempo ingeniería en la UBA bajo el gobierno militar y luego me recibí en psicología bajo Alfonsín.
Y ahora veo que era socialista porque me molestaba la desigualdad de riqueza, de oportunidades, de ver que el dinero caía siempre en los mismos bolsillos. Leía la primer Página 12 de Lanata que todos los días confirmaba que lo que no teníamos; más dinero, mejores trabajos, una ciudad mejor, era porque unos corruptos aliados con los empresarios se lo robaban.
Creía que la solución pasaba por el liderazgo del estado, que con su mano justa y benevolente repartiría de acuerdo a los méritos de cada uno, porque, eso sí, nunca adherí al postulado de que “donde hay una necesidad hay un derecho” ni tampoco al “de aquél según su capacidad a aquél según su necesidad”. Siempre descreí de los colectivismos.
Ya pasados los 35, casi en una discusión casual conocí a alguien que podría llamarse libertario. Me interesaron sus puntos de vista y comencé a leer a Rothbard, a Hayek, a Mises, a Hazlitt, a Huerta de Soto. Y descubrí entre nosotros a los Cachanosky, Espert y Armando Ribas y otros. Luego fue más accesible internet y ya no pude dejar de leer libros y mirar videos y escuchar podcast y realizar cursos que despertaron cada día más mi conciencia y mis convicciones liberales. Y reconocí rasgos de ellas en toda mi vida completa.
Hay algo que une ambos momentos de mi vida: en los dos momentos creo – o creí- que yo tenía razón, y esa razón la defiendo y la defendí con toda mi acostumbrada pasión.
En ambos momentos encontré argumentos para defender posturas muy antagónicas.
Si hoy reviso mis contactos en las redes sociales encuentro un impresionante sesgo a favor de personas liberales. Porque me interesan sus puntos de vista y a ellos los míos.
Y llego a pensar que la solución para vivir en paz es la secesión.
Creo que a ustedes les ha sucedido o les sucede algo parecido: creen que están en lo cierto en muchos temas y les cuesta muchísimo que los demás vean tan claramente las cosas. O que las vean claras pero sigan actuando del modo contrario.
“Podemos vivir juntos?” es la pregunta con la que comienza el libro “The Rightgeus Mind” Jonathan Haidt, (cuyo descubrimiento debo a un artículo de Carlos Rodríguez Braun). Esas palabras las pronunció Rodney King, aquél negro apaleado por policías blancos en los 90s, luego de que esas imágenes fueran filmadas y difundidas y se desatara en Estados Unidos una nueva ola de violencia.
Haidt explora la psicología moral –es inevitable la referencia a “Los sentimientos morales…” de Adam Smith-, ese set de intuiciones que nos hacen comportar de maneras prestablecidas contra los que la razón lucha ininterrumpidamente.
Me parece un terreno fértil para explorar y trabajar sobre las posibilidades de que la cooperación supere a los enfrentamientos y sobre la actitud que debemos tener para poner en juego nuestras razones en conjunto con otras diversas.
Aquí les dejo una charla TED de Haidt al respecto:
Espero cualquier colaboración que puedan ofrecer sobre este tema.

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