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jueves, 2 de abril de 2020

La única grieta que importa


Cuando una persona se hace adulta, momento que podemos establecer cuando deja la casa materna, pasa a tener que relacionarse dentro de un ámbito mucho más amplio: la sociedad. En ese momento más o menos explícitamente se define en relación a ella; o bien se considera como un engranaje dentro de un mecanismo que lo trasciende, como una hormiga más del hormiguero, o bien reconoce su individualidad y busca proyectarse en la vida de acuerdo a sus preferencias.
Los jóvenes, en sus primeros pasos en la vida adulta, tienden a adoptar posiciones colectivistas, buscan la seguridad del grupo, sustituto del calor familiar. No es un proceso sencillo encontrar la individualidad en la vida y hace falta tiempo para acumular experiencias que permitan construir nuevos puntos de vista.
Una de las relaciones más fuertes que la persona tiene con la sociedad es su relación con el estado. Lo que entienda de esa relación marcará muchos de sus comportamientos sociales.
El estado puede entenderse de dos maneras, mutuamente excluyentes: Es el ordenamiento jurídico de la vida social o es la legalización del crimen.
Quien lo entienda del primer modo aceptará que el gobierno es la autoridad que emerge de la “voluntad popular”, que los sistemas electorales, mejor o peor diseñados ofrecen una garantía de trato igualitario a todos los habitantes y que los impuestos son contribuciones que un individuo hace al conjunto de la sociedad, que serán administrados equitativamente por el gobierno para proveer de bienes públicos a todos.
Por el contrario, quien crea en lo segundo, pensará en que el estado es la forma legal, impuesta por la coerción, para cometer todos los crímenes que los individuos no pueden cometer sin riesgo de ser castigados por la sociedad. El estado puede limitar la libertad de las personas limitando su derecho a expresarse, a consumir las sustancias que desee, a trasladarse por dónde y cuando quiera, a curarse de la manera que le parezca mejor, a comerciar o asociarse con quien le plazca, a contratar con los demás de forma libre, a poner precio a sus bienes o a su trabajo, a educarse como le parezca, y a todas aquellas otras libertades de las que puede gozar sin dañar a terceros. También el estado puede robar, que es justamente lo que hace cuando cobra impuestos –por eso llevan ese nombre-, puede engañar, puede endeudar a generaciones que aún no han nacido, puede confiscar bienes privados. Puede crear privilegios (ley privada) para favorecer a unos en detrimento de otros. Puede mentir u ocultar la verdad sin explicar por qué decide tal o cual cosa. El estado puede matar, sea enviando a las personas a la guerra, sea utilizando la violencia frente a disidentes a cualquiera de sus políticas. Todo esto dentro de los marcos legales.
Esta es la única grieta que importa para entender en qué sociedad vivimos y el marco conceptual para entender las medidas que se toman en tiempos normales o en tiempos de crisis.

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