Datos personales

Mi foto
Twitter: @convercat Facebook: https://www.facebook.com/gustavo.a.garcia.1614

miércoles, 8 de abril de 2020

Imagine


“Imagine all the people, living for today” John Lennon

La paz solía ser ese periodo que hay entre dos guerras. Desde que la agricultura posibilitó la construcción de sociedades la humanidad han vivido en guerra casi en forma permanente. La escasez de recursos para sobrevivir impulsó a los grupos humanos a obtenerlos por cualquier medio, y la violencia fue acaso el más elegido.
Cada una de las guerras ha ido perfeccionando los sistemas de ataque y defensa. Desde las primeras armas rudimentarias hasta los sofisticados escudos de misiles.
Paradójicamente, la última guerra de la humanidad se resolvió sin disparar un solo tiro. Fue la Guerra Fría. La Unión Soviética sucumbió bajo la presión que el altísimo gasto militar le demandaba a su improductiva economía. Perdió la guerra por sus ideas.
Aún se ven conflictos armados en algunos lugares pero son de pequeña escala y responden más a la excepción que a la regla.
Francis Fukuyama llamó “el fin de la historia” a este fenómeno. Aún se lo sigue criticando por esto. ¿Estaba equivocado en sostener que el capitalismo –genéricamente hablando- había demostrado ser el sistema que mayor bienestar económico ha dado a la humanidad? Seguramente no, pero acaso no pensó que no sólo el bienestar económico es lo que la humanidad persigue.
El capitalismo ha derrotado al hambre y a la escasez, pero no a la envidia y al ansia de poder ni a la codicia desmedida. Está lejos de ser un sistema de vida cuyos valores principales de igualdad ante la ley y la libertad individual sea aceptado por todos. El capitalismo tiene sus enemigos entre los integristas y fundamentalistas, sean estos religiosos, étnicos o conservacionistas del medio ambiente.
Así que la historia no ha terminado, tampoco los conflictos. Y la guerra se realiza por otros medios.
Ya no es posible mantener costosos ejércitos sin dañar seriamente la calidad de vida de las personas, que se han acostumbrado a los altos estándares alcanzados. Entonces, en lugar de grandes conflagraciones los ataques mutaron en acciones terroristas. Pero cada ataque provoca su resiliencia. Los ataques terroristas son trazables, los explosivos tienen precursores y se puede llegar hasta quienes planificaron los ataques. Ante esta reacción alguien pensó que se puede utilizar como un arma, inclusive una muy destructiva, algo que no lo es, por ejemplo un avión. El daño que provoca un arma no diseñada para ese fin es mayor al daño material que produce, junto con este produce una sensación de inseguridad que perdura más tiempo que la explosión y obliga a tomar medidas de defensa muy molestas para la vida cotidiana, porque se torna más difícil identificar al enemigo, cualquier extraño puede serlo. Es el principio del fin de la igualdad ante la ley y la libertad capitalista.
Ahora imaginemos, sólo imaginemos, que alguien fue un poco más allá y decidió utilizar la propia fortaleza de su enemigo para atacarlo: ¿es fuerte económicamente?, destruyamos su economía, ¿es fuerte la cohesión social?, hagamos que se sospeche hasta de la propia familia, ¿confía en sus instituciones?, convirtamos a sus gobiernos en autoritarios, ¿son extendidas y libres sus comunicaciones?, corramos falsos rumores en todas las direcciones, ¿llevan una vida cómoda y previsible? Hagámosles sentir que la muerte está golpeando a su puerta.


¿Cómo hacer semejante cosa? Pues haciendo circular la noticia de que una nueva y contagiosa enfermedad puede provocar muertes masivas y de tan rápida propagación que colapsarían todos los sistemas de salud del mundo, que la única manera de salvarse es dejando de hacer lo que hacía cada uno cada día para esconderse en su casa, que los gobiernos se vean obligados a cerrar fronteras y aeropuertos, empezando por países y terminando en vecindarios, que cualquiera resulte tan sospechoso que deba ser monitoreado cada movimiento que realiza y, allí donde esto no pueda hacerse, sea la policía quien lo detenga, que el gobernante sea el que decide quién puede trabajar y quién no, que aumente los impuestos y deprecie su moneda e intervenga en la actividad económica de cada persona para que nadie más sienta que es dueño de su destino. Y que los daños provocados por todo esto sean duraderos, tanto que la vida ya no sea la misma para todos los que logren sobrevivir a un resfrío más.

Pero esto, ya sabemos, es imposible. Sólo puede ser el producto de dejar volar la imaginación.
Imaginemos, como soñó Lennon, que sólo vivimos el día a día.
Y su sueño se hizo realidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deje aquí su comentario. Recuerde que sus opiniones siempre hablarán más de usted que de mí.