Para aquellos que no lo tengan
claro, el mercado es el ámbito de
intercambio de bienes y servicios voluntarios donde las personas descubren, por
medio del sistema de precios, qué cosas necesitan en forma más urgente los
demás e intentan satisfacerlas del modo más eficiente.
Los que tienen éxito habrán hecho
una gran contribución a aquellos que necesitaban satisfacer sus necesidades del
modo más económico posible y reciben a cambio los bienes y servicios que ellos
mismos demandan.
¿Qué sucede durante una pandemia?
Si es lo suficientemente peligrosa sucede que cambia súbitamente nuestro orden
de prioridades. Los bienes y servicios que son demandados con más urgencia son
los que preservan nuestra vida.
¿Por qué razón no podría el
mercado, tan eficiente para producir y distribuir lo que sea que la gente
necesite, satisfacer las nuevas demandas del modo más eficaz?
Es claro que durante una pandemia
como sucede durante una catástrofe, la demanda de servicios de salud supera a
la oferta disponible en forma súbita. ¿Por qué razón se piensa que el mercado
no puede reaccionar con la mayor rapidez posible para satisfacerla? En verdad,
no es que no se piense esto, sino que el problema es que quienes puedan acceder
a los servicios necesarios en primer lugar serían los que pudieran pagar por
ellos, quienes tal vez no tengan un riesgo de vida tan apremiante. Por cierto,
esta no sería la situación ideal. Habrá que buscar alternativas.
La primera es dejar funcionar al
mercado, esperar que los oferentes desarrollen todo su potencial para atender
la nueva necesidad para producir y distribuir lo necesario para todos, lo más
rápido posible.
La segunda sería estimular la
oferta de bienes monopolizando la compra y la distribución de ellos. ¿Quién
sería capaz de monopolizar la compra y la distribución de semejante cantidad de
bienes? Obviamente, el estado, quien es el que monopoliza la emisión de dinero
puede ser quien compre todo lo necesario, pero necesitará de la red de
distribución privada para distribuir. El punto es quién determinará el orden de
prioridad y con qué criterios. Siempre esto lo hará un burócrata no entrenado,
con criterios poco transparentes.
Por supuesto que en países con
gobiernos totalitarios donde los mercados libres no existen están mejor
preparadas las maquinarias burocráticas para producir-distribuir-asignar los
recursos; nunca sabremos si son justos, en el sentido que tenemos de justicia
en occidente, los criterios de asignación.
Descartamos por disparatada una
tercera opción que sería que el estado se apropie, aunque más no sea
temporariamente, de todos los medios de producción y distribución de los bienes
que tan urgentemente se necesitan. El resultado sería potenciar los efectos de
la catástrofe.
No es de extrañar que ante un
peligro nuevo hayamos apelado a soluciones conocidas. Tomamos la pandemia como
una guerra, siendo que son obvias y enormes las diferencias. En una guerra los
enemigos se identifican, se puede pensar en una estrategia para combatirlos y,
sobre todo, los recursos económicos se disponen prioritariamenta para la causa
de la defensa.
En la pandemia el enemigo no se
ve y una de las formas de enfrentarlo es frenar una gran parte de la economía,
lo que en la práctica resulta en anular gran parte de los anticuerpos
necesarios para combatirla, posibilitando la aparición de otras catástrofes tan
o más deletéreas que la pandemia, empezando por el hambre.
Están a la vista de todo el mundo
los errores que cometen a diario las autoridades políticas de todo pelaje para
enfrentar la pandemia. Ningún ser humano sería capaz de no cometer errores dada
la complejidad de las acciones que se requieren para enfrentar una situación
catastrófica en la escala que la pandemia presenta. En consecuencia, no parece
la decisión más inteligente centralizar las decisiones porque se centraliza la
ignorancia.
Parece más aceptable que se
realicen múltiples ensayos para probar soluciones que lleguen en los tiempos y
las formas que cada segmento de la sociedad considere más apropiadas para
satisfacer lo mejor posible su necesidad. Eso existe. Se llama mercado.
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