Autogobierno para salir de la
cuarentena.
Una buena parte de los países
está metida en cuarentenas para evitar el contagio del coronavirus. Un
laberinto del cual es dificultoso salir, sobre todo si no se pensó en cómo se
iba a salir antes de haber entrado.
Una breve reseña al respecto. Nos
enteramos de la existencia del coronavirus por el contagio en Wuhan, con una
alta y repentina demanda en el hospital, con enfermos que llegaban con complicaciones
respiratorias. Un oftalmólogo, que luego murió, avisó de la situación a sus
colegas y fue rápidamente silenciado. Cuando ya no pudo ocultarse la epidemia
el gobierno chino ordenó aislar a Wuhan y declarar la cuarentena. Para enero de
2020 el virus ya había llegado a Europa.
A partir de marzo la noticia que recorrió el mundo acompañada de
imágenes escalofriantes fue la del desborde del sistema sanitario del norte de
Italia, con problemas similares en Madrid y en Nueva York.
Para entonces ya se había
determinado que la pandemia había sido desatada por un virus nuevo (Sars
Cov-2), perteneciente a la familia de coronavirus, que probablemente infectó a
humanos que consumieron animales sacrificados al momento de su consumo en el
mercado “húmedo” de Wuhan. Aún se desconoce el mecanismo de transmisión entre
las especies y los humanos.
El conocimiento aún no refutado
es que se trata de un virus nuevo para la especie humana, contra el cual no
tiene defensas, cuya tasa de contagio es de aproximadamente el doble que la de
la gripe, que demora entre diez y quince días en producir síntomas, y que
durante este periodo se producen los contagios. La mortalidad causada por la
enfermedad es de entre 1.4 % y 3.4% de los enfermos confirmados, aunque se
sospecha que más de la mitad de los infectados cursa formas subclínicas sin
enterarse del contagio, y la mortalidad puede ser más alta entre los mayores de
65 años y enfermos vasculares. La realidad es que a la fecha aún no puede
establecerse con certeza este indicador. El contagio se produce cuando el virus
se introduce al organismo a través de las mucosas de la boca, nariz u ojos, lo
que puede ocurrir cuando un individuo toca alguna superficie contaminada o
ingresa por sus mucosas cuando otro individuo portador tose o estornuda o
aerosoliza gotas de saliva al hablar. La enfermedad provoca diversos síntomas
entre los que se destaca la tos seca, la fiebre y el dolor muscular con o sin
decaimiento. Estos síntomas se corresponden con muchas otras patologías, de
modo que ninguno de ellos permite establecer un diagnóstico diferencial.
El virus es de un considerable
tamaño y no se desplaza por el aire sino es por los mecanismos antedichos.
Muere si está expuesto a una solución de alcohol y agua, o de agua y jabón, o
de agua y lavandina común. Por ello, la recomendación para evitar el contagio
se basa en establecer barreras mediante el distanciamiento entre las
personas (alrededor de dos metros), el
lavado correcto y frecuente de manos, el evitar llevar las manos al rostro y la
higiene frecuente de superficies con los elementos antedichos.
Otras cosas permanecen en el
terreno hipotético. Aún no se conoce con exactitud cómo evoluciona la
enfermedad ni hay tratamiento más allá del sintomático.
Tampoco hay vacuna contra el
coronavirus. Se desconoce la susceptibilidad al contagio en cuanto a la
cantidad de virus necesaria para contagiar. Las personas mayores de 65 años o
con enfermedades vasculares parecen ser las más susceptibles a desarrollar la
enfermedad pero esto no está claramente establecido. Las personas contagiadas
que no enfermaron o enfermaron y se recuperaron generan defensas y no vuelven a
contagiarse, aunque existen algunos reportes que sostienen lo contrario.
Esta información ya era conocida
en China en diciembre de 2019, y por parte de la comunidad científica. Recién
entre la tercera y la cuarta semana de febrero de 2020 la OMS realiza sus
recomendaciones entre las que se halla el “distanciamiento social” https://www.who.int/es/news-room/detail/08-04-2020-who-timeline---covid-19.
Las primera defensa contra el
coronavirus fue impedir el ingreso del virus a cada país. Todos los países
tomaron tarde esta medida. Italia cerró sus fronteras el 9 de marzo y Estados
Unidos cerró sus aeropuertos a los aviones que provenían de Europa el 11 de
marzo. Hoy sabemos que desde febrero el virus circulaba en Europa y en Estados
Unidos y probablemente también en Sudamérica.
En ese momento se trató al virus
como un polizón, un extranjero que ingresaba oculto y de forma ilegal dentro de
los aviones. Técnicamente le llamaron "Fase de Contención", como si
se tratara de construir un muro ante una inundación o de tapiar las ventanas
frente a un huracán.
Es importante prestar atención a
los términos que se utilizan para definir las estrategias, ya que denotan los
modelos mentales que sirven de herramientas para la toma de decisiones.
Como ha sido dicho, esta medida
se tomó tarde. No obstante muchos gobiernos y medios de comunicación aún decían
en sus informes que los casos detectados se trataban de "casos
importados"; de nuevo, prestemos atención al término, en este caso tomado
prestado al lenguaje de la economía. De allí que casi surja naturalmente en
nuestra cabeza la asociación: Enfermedad- Muerte- Importado- Globalización-
Virus Chino. ¿Les suena?
Para dar la sensación de que se
mantenía todo bajo control dijeron que esta era la primera fase, y que si la
contención tenía éxito ya no deberíamos preocuparnos porque el coronavirus
anduviera por nuestros países. ¿En qué consistía esta estrategia? En cerrar la
frontera al ingreso de extranjeros, repatriar a todos los locales e
inmediatamente enviar a un periodo de aislamiento (cuarentena) de quince días a
todos los que hubieran viajado al exterior. Como se presume que la enfermedad
se desarrolla en quince días, si estas personas no tenían contacto con otras,
el virus quedaría extinguido.
A pesar de lo absurdo de esta estrategia no se
oían voces que la cuestionaran, que las hubo, pero el volumen de la opinión
única fue ensordecedor. ¿Por qué es absurda? Porque implica cerrar las
fronteras entre todos los países del planeta hasta que se pudiera comprobar que
ninguno de los 7700 millones de habitantes era portador del coronavirus. Tal
vez una estrategia que hubiera resultado útil en la Edad Media, cuando había
que recorrer a pie o en barco largas distancias para acceder a otros poblados.
De nuevo, utilizamos la herramienta equivocada de la caja de nuestros modelos
mentales.
Este fue el primer contagio en
masa, no del virus, sino del manejo de la situación y de la comunicación del
problema. La mayoría de los países tomó estas medidas sin prestar atención a
sus situaciones particulares. Es más fácil equivocarse en manada que tener
razón en soledad.
Superada la etapa de contención,
llega la "fase de Mitigación", que consiste en comprar tiempo, para
preparar al sistema de salud para atender enfermos en masa. Vale recordar que
ni siquiera los países con sistemas de salud avanzados tienen los recursos
suficientes para atender enfermos en masa, porque no es así como se enferman
las sociedades modernas, donde todo parece previsible.
La fase de mitigación es más dura
y no tiene límites temporales aunque sí una táctica dominante: poner a todo el mundo en cuarentena por el tiempo
necesario para ralentizar los contagios de manera que el sistema de salud
esté en condiciones de atender a los enfermos.
El lenguaje se torna bélico, hay
una "guerra" contra el coronavirus. ¿Qué hay que hacer en una guerra?
Antes que nada, obedecer. Y esta guerra, como se pelea contra un enemigo contra
el que no tenemos más armas que nuestro propio sistema inmunológico, se libra
en el campo de batalla de la comunicación - ver Imagine https://elpeldanio.blogspot.com/2020/04/imagine.html -.
Para obligar a la población a
permanecer aislada en sus casas se apela a crear pánico: todos los días y a
toda hora se muestran en los medios masivos los nuevos infectados y los
muertos, acompañados de imágenes y música preparada para tal fin. Se apela a
epidemiólogos e infectólogos para justificar la decisión ya tomada (cualquier
médico sabe que si se dejara tomar a los infectólogos la decisión de qué
cirugías realizar en un hospital la mitad no se realizarían por el riesgo de
infecciones intrahospitalarias). Los gobernantes son transformados en héroes de
Hollywood, reporteados las 24 hs del día. Se ridiculiza a los disidentes y se
trata de negacionista a cualquiera que se atreva a cuestionar las medidas
draconianas. Se pone de ejemplo de éxito en el control de la epidemia a países
regidos por dictadores o a aquellos capaces de monitorear cada movimiento de
sus habitantes.
Salvar vidas a cualquier costo es
el objetivo. Falaz, como siempre.
Todas las acciones humanas
conllevan costos. Los políticos intentan apropiarse de los beneficios de sus
decisiones y transferir los costos a los demás.
Casi siempre funciona de la misma
manera. Los diversos objetivos de la sociedad se subordinan al del gobernante,
que suele ser uno solo: mantenerse en el poder por el mayor tiempo posible. Y
la táctica para conseguirlo es imponer un objetivo a la sociedad, lo que es más
fácil de lograr cuando sabe interpretar su humor, así se ganan elecciones.
Si la sociedad quiere terminar
con la corrupción, bien vale manipular al sistema de justicia; si quiere
"combatir a la pobreza" bien vale expoliar a impuestos a los
"ricos" y endeudar a las próximas generaciones; si hay que derrotar a
un virus, bien vale arruinar a la economía.
La pandemia de Covid-19 ha descompuesto
al delicado mecanismo de relojería que es el sistema económico mundial, que no
se trata del juego de unos pocos súper ricos, sino de los miles de millones
diarios de intercambios de valor entre todos los individuos del planeta, que
interactúan para satisfacer sus necesidades. Quien dude de esto, no deje de
leer "Yo, el Lápiz" de Leonard Read.
Los estados, en su necesidad de
comprar tiempo, apelaron a la única herramienta que tienen en su caja, el martillo.
Uno puede detener un reloj a martillazos, pero difícilmente logre repararlo con
esa herramienta.
Poco a poco, el humor social va
dejando el pánico al virus para pasar a temerle al hambre. Todos nos damos
cuenta que la cuarentena va minando nuestras reservas materiales y emocionales
también. Como siempre, algunos tienen más recursos y pueden soportar más tiempo
las restricciones y les va a costar menos la recuperación que a otros, pero el
daño es mayúsculo y lo veremos dentro de poco tiempo. La información económica
es árida y no es tan inmediata como el contar infectados y muertos.
Ya todas las sociedades están
comenzando a preguntarse por los costos del aislamiento. Hábiles para oler este
humor, los medios comienzan a publicar en sus columnas y editoriales notas
sobre este tópico y se instalan tendencias en las redes sociales, aún en las
entrelíneas y en notas dedicadas al público formado, esperando el momento para
saltar a la masividad.
Para los políticos esta etapa es
la más difícil. Es necesario un verdadero liderazgo para tomar decisiones aunque
que molesten a la opinión pública. Todos admiran a Churchill en público pero en
privado recuerdan que perdió las elecciones luego de haber ganado la guerra.
No vienen tiempos de generales
que no miden costos si se trata de ganar, ni de cirujanos que tengan el coraje
para amputar miembros engangrenados; vienen tiempos de pacientes arquitectos y
de confiados líderes que permitan que sus sociedades se vayan reconstruyendo
como se han ido construyendo por siglos cuando han tenido libertad para
hacerlo.
Es hora de dejar de lado el
martillo. No se recuperará la economía con controles de precios ni expansión
monetaria, ni con funcionarios definiendo cada día quién puede salir a trabajar
y quién no según su limitado criterio de lo que es una "actividad
esencial".
No estoy diciendo con esto que el
peligro de la Covid-19 no siga presente (ver Los Números del Miedo https://elpeldanio.blogspot.com/2020/04/los-numeros-del-miedo.html) sino que hay que comenzar a utilizar herramientas
conceptuales que incorporen los costos de las decisiones.
El camino será largo. Se trata de
correr una maratón y no una carrera de 100 metros. Y una maratón no se compone
de 420 carreras de 100 metros. Así que no se trata de estar en la carrera por
la imagen pública todos los días, aunque ese sea el negocio de los
encuestadores, sino de llegar al final de un mandato entregándole a un sucesor
un país mejor que el que se recibió.
Para la sociedad no tiene ningún
sentido comparar quién tiene más muertos por coronavirus minuto a minuto; en
cambio sí tiene sentido preguntarse cómo va a vivir el tiempo que dure la
pandemia.
Sabemos que la enfermedad se superará cuando todos hayamos adquirido
inmunidad, y eso se logra por contagio o por vacunación, que no será inmediata.
Debemos decidir quién debe salir a trabajar y a quién le conviene continuar
aislado, en qué lugares se corre menos riesgo de contagiarse, cuáles son los
cuidados que hay que tener, de qué manera se puede trabajar de forma más
segura, etc. Todas cosas que estamos aprendiendo con el correr de los días.
Cuanto más se descentralicen las
decisiones más eficaces serán, pues podrán mirar lo que cada árbol del bosque
necesita para vivir. Debemos recuperar el control de nuestras propias vidas,
responsabilizándonos de nuestros actos y reconociendo que vivimos en un mundo
incierto.
Cuanto antes lo asumamos, antes
nos recuperaremos del desastre.
Excelente Análisis!!
ResponderEliminarGracias!
EliminarExcelente!!
ResponderEliminarGracias.
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