El gobierno ha difundido un informe secreto llamado Sala
de Situación donde aborda algunas cuestiones sobre la evolución de la Covid-19
para justificar sus acciones. (Disponible en varios periódicos. En caso de no conseguirlo pueden solicitármelo por privado en mi cuenta de twitter @convercat).
Se toma el reporte tomado de la OMS que cuenta muertos
sobre casos confirmados, lo que sesga el resultado, pues los confirmados son sólo
los testeados. Además se desconoce si esta es la patología que los llevó a la
muerte.
Se presenta al distanciamiento social como una medida
efectiva sin medir sus costos. Si nos ponen en cuarentena es muy probable que
disminuya prácticamente a cero la tasa por muertes por accidentes de tránsito,
al costo de morirnos de hambre.
Los datos nacionales confirman la evolución prevista por
diversos estudios científicos: 80% no presenta síntomas, 15% cursa enfermedad
leve, 5% puede ser hospitalizado y de estos una cifra entre 2 y 3% fallece, por
varias condiciones: edad, estado de salud y accesibilidad a servicios de
calidad.
El informe "Sala de situación del gobierno" habla
de casos confirmados, cuando se sabe que los casos confirmados dependen de la
cantidad de test realizados, lo que depende de los kits disponibles y del
tiempo para realizarlos. Hay pocos kits y se demora entre 7 y 10 días para
conseguir los resultados.
El informe extrae estas conclusiones:
‒Los países que tomaron
medidas drásticas tempranamente lograron detener el crecimiento exponencial
de casos y fallecidos y pudieron incidir en el comportamiento de la curva (China,
Corea del Sur y Taiwán)
‒Los países que tomaron medidas drásticas pero tardíamente (España, Francia,
Alemania, USA) no lograron impactar en el crecimiento exponencial de casos y muertes
y han visto superadas las capacidades de atención en el sistema de salud,
‒Los países que tomaron
medidas parciales e inoportunas o tardías, han fracasado en el control de la situación
y han visto colapsados sus sistemas de salud, aún en sistemas robustos y avanzados
(España, Italia, Brasil)
Por lo dicho arriba, está claro que difícilmente uno se
fracture una pierna si no se levanta de la cama.
No resulta comprensible el argumento de que si se toman
medidas drásticas se estará controlando el contagio en lugar de simplemente
postergar su pico. No aparece ni siquiera esbozada una teoría de un contagio
ralentecido por utilizar restricciones más leves.
Se habla de resultados por países sin tener en cuenta que
se trata de ciudades con diferentes características: Italia tiene a Bérgamo
-con malos resultados- y a Nápoles, que no ha trascendido por no mostrar
ninguna tragedia. Tampoco Estados Unidos es Nueva York.
Lo que sí parece tener fundamento es el terror que tiene
el gobierno de que colapse el precario sistema de salud. Porque, en primer
lugar, desconoce con cuántas camas realmente operativas se cuenta y sobre todo
porque si se diera el colapso las culpas recaerían en la clase política, por un
gasto del sistema estatal que se desperdicia en burocracia y por las
innumerables trabas que tiene el sector privado para hacer crecer su oferta de
servicios.
Sobre estas consideraciones, cabe hacer algunas preguntas:
¿Por qué no se testea a las poblaciones aisladas en
cruceros con contagio o en cuarentena por haber concurrido a fiestas? ¿Acaso no
serían un buen grupo de control para saber cuántos contagiados se enferman y
cuántos de ellos desarrollan una enfermedad grave? ¿Acaso no es más útil
utilizar en ellos los escasos kits?
¿Por qué los medios no informan sobre la evolución de estas
poblaciones? ¿Cómo están los 400 pasajeros del Buquebús en cuarentena en el
hotel Panamericano?
¿Por qué no se conocen los científicos que trabajan con el
gobierno para modelizar los escenarios?
¿Se han planteado alternativas a las medidas restrictivas
extremas?
¿Cómo piensan salir de la cuarentena?
Los gobernadores e intendentes cierran sus distritos para
el ingreso de personas, ¿harán eso para el dinero y las mercaderías que
necesitan o por fin se decidirán a ser autosustentables?
Claramente la cuarentena favorece a los mayores con riesgo
de enfermar y con ahorros suficientes para vivir por un buen tiempo, ¿cómo se
contempla la situación de los que tienen un riesgo muy bajo de enfermar o de
hacerlo gravemente y que requieren de su trabajo cotidiano para su sutento?
¿Se ha investigado si hay contagio en las villas y cómo ha
evolucionado?
¿Por qué se decretan medidas extremas en provincias y ciudades
con muy pocos contagios? ¿No podría establecerse con ellos un modelo
alternativo?
Todas son preguntas para hoy, o para ayer. Pero también las hay para mañana y el día después de mañana, que lo habrá.
¿Será de shock o gradual la estrategia para abandonar las restricciones?
¿Seguirán tomándose medidas de orden nacional o se irán tomando de acuerdo a las características de cada territorio?
¿Se ahondará en el manejo centralizado y estatal de la información y de la toma de decisiones o se propiciará la multilplicación de experiencias y ensayos?
¿Seguirán existiendo tantas capas burocráticas o al fin eliminaremos las sobrantes?
¿Dejaremos todo como estaba para enfrentar una economía seriamente dañada o tomaremos las medidas necesarias para reparar y reestructurar lo obsoleto?
¿Cómo será la relación entre gobiernos y ciudadanos cuando pase la emergencia? ¿Seguiremos desconfiando unos de otros? ¿Se impondrán medidas de censura o espionaje a la población con la excusa de protegerla?
¿Surgirá un modo más respetuoso de representación social?
¿Qué sucederá con el respeto a la libertad individual y a la propiedad privada, se reforzarán los mecanismos de cooperación voluntaria o iremos a formas totalitarias de imposición de valores de vida?
¿Se ahondará el autoritarismo y el repliegue hacia las propias fronteras o habrá una apertura hacia una cooperación más franca entre países?
¿Volveremos a las mezquindades electoralistas o miraremos un poco más lejos para descubrir las oportunidades y las amenazas que nos depara el futuro?
¿Quedarán bien parados los que han ocultado o manipulado información?
¿Estará más alerta la sociedad para distinguir la diferencia?
¿Aceptaremos que la vida occidental es tan frágil como cómoda?
¿Aprenderemos que hay algún lastre que soltar para sobrevivir?
Todas son preguntas para hoy, o para ayer. Pero también las hay para mañana y el día después de mañana, que lo habrá.
¿Será de shock o gradual la estrategia para abandonar las restricciones?
¿Seguirán tomándose medidas de orden nacional o se irán tomando de acuerdo a las características de cada territorio?
¿Se ahondará en el manejo centralizado y estatal de la información y de la toma de decisiones o se propiciará la multilplicación de experiencias y ensayos?
¿Seguirán existiendo tantas capas burocráticas o al fin eliminaremos las sobrantes?
¿Dejaremos todo como estaba para enfrentar una economía seriamente dañada o tomaremos las medidas necesarias para reparar y reestructurar lo obsoleto?
¿Cómo será la relación entre gobiernos y ciudadanos cuando pase la emergencia? ¿Seguiremos desconfiando unos de otros? ¿Se impondrán medidas de censura o espionaje a la población con la excusa de protegerla?
¿Surgirá un modo más respetuoso de representación social?
¿Qué sucederá con el respeto a la libertad individual y a la propiedad privada, se reforzarán los mecanismos de cooperación voluntaria o iremos a formas totalitarias de imposición de valores de vida?
¿Se ahondará el autoritarismo y el repliegue hacia las propias fronteras o habrá una apertura hacia una cooperación más franca entre países?
¿Volveremos a las mezquindades electoralistas o miraremos un poco más lejos para descubrir las oportunidades y las amenazas que nos depara el futuro?
¿Quedarán bien parados los que han ocultado o manipulado información?
¿Estará más alerta la sociedad para distinguir la diferencia?
¿Aceptaremos que la vida occidental es tan frágil como cómoda?
¿Aprenderemos que hay algún lastre que soltar para sobrevivir?
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