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miércoles, 14 de agosto de 2019

Ni Juntos, ni Todos.


Dos náufragos nadaban en el océano cerca de la costa intentando salvar sus vidas cuando ven que se aproxima la aleta de un tiburón.
Uno de ellos le dice al otro: - “estamos perdidos, no hay manera de que nademos más rápido que el tiburón”;
su compañero le contesta  –“no necesito nadar más rápido que el tiburón, sólo tengo que nadar más rápido que tu”.


Desde una ameba a un ser humano, todos los seres vivos luchamos a cada momento por perpetuarnos. Los diversos mecanismos de reproducción de la vida son tributarios de esta tendencia. Siendo hipersintéticos podríamos decir que la lucha por los recursos para sobrevivir se da por medio de dos mecanismos: la competencia y la cooperación.

No se conoce en la naturaleza seres más cooperativos  y violentos que los homo sapiens, que conocemos hoy como humanos. Esta virtud explica el dominio de los hombres sobre la naturaleza inerte y sobre las otras especies. El lenguaje y la cultura permiten trascender los límites de la aldea y elevar la cooperación a escala global. La moral y las reglas de convivencia son consecuencia de la evolución de la cooperación.

¿Qué sucede con la competencia? Como fuerza complementaria u opuesta a la cooperación, la competencia ha evolucionado desde las formas más rudimentarias de violencia física hacia formas más sofisticadas siendo, tal vez, la disputa política la más sofisticada de ellas. Recordemos el aforismo de que “la política es la continuación de la guerra por otros medios”.

El estado es la herramienta mejor estructurada del uso de la violencia y la democracia es, por el momento, el método más eficiente de apoderarse de esa herramienta.

Los discursos de los políticos que apelan a la inclusión de toda la sociedad para promover su proyecto de poder son simplemente herramientas de camuflaje verbal, aptas para engañar a las víctimas de su engaño.

Como cualquiera puede intuir conociendo las reglas de la elección democrática, no es necesario el consenso de toda la población para alzarse con el trofeo, basta con conseguir la adhesión de la minoría más amplia y mantener dividido al resto.

Quien domine estos recursos podrá alzarse con el poder y mantenerlo.

No hay que satisfacer a todos, sino a los mínimamente imprescindibles.
No es necesario nadar más rápido que los tiburones, quienes lo intenten podrán prever su destino.

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