La Argentina es la tierra de los
Cisnes Negros. Nunca se puede estar tranquilo porque a la vuelta de la esquina
siempre aparece la enigmática ave.
A raíz de la enésima discusión
tuitera entre entre el alberdiano, héroe de la red, Pablo Abdón Torres
(@AlberdianoArg) y el, ahora, diputado Fernando Iglesias (@FerIglesias) por el
canje de pasajes por dinero que hacen los diputados de la nación –y también de
las provincias, por suerte, que yo sepa, hasta el momento en que escribo esto los
concejales no lo hacen- vuelve a ponerse en consideración el tema de la
remuneración de los diputados, y en general, de los políticos que ocupan cargos
públicos.
Casi en forma unánime, la defensa
de los parlamentarios se basa en el argumento de que es lo que “necesitan” para
ejercer dignamente su función, o que es lo que necesitan para vivir, llegando
al caso de algunos que contraatacaron diciendo que lo que reciben del erario
público es muy poco si se lo compara con lo que podrían ganar en la actividad
privada, cosa que no hacen desde hace mucho tiempo porque la patria siempre les
anda demandando sus servicios.
El tema nos devuelve, una vez
más, al problema de cómo debe remunerarse el trabajo de cada uno o cuál es el
principio que rige la asignación de ese precio. Y la teoría del valor enunciada,
y aún no refutada, por Eugene von Bohm Bawerk acude en nuestra ayuda.
El trabajo de cada uno es un
precio más dentro de la economía, y como tal, puede establecerse de dos
maneras: mediante un acuerdo libre y voluntario o de manera coercitiva.
En el primero de los casos, el
salario se establece en relación al valor del bien final que se entrega. ¿Quién
establece el valor? Como siempre, el consumidor, al que en un esfuerzo de
síntesis llamamos mercado.
También hay mecanismos
coercitivos para fijar el precio del salario. Esa es la función de los
sindicatos. Cuando los sindicatos presionan por niveles salariales superiores a
los que los consumidores –que son los empleadores – valoran, el ajuste se hace
reduciendo la cantidad de contrataciones o reemplazando a los trabajadores por
máquinas.
¿En qué tipo de modalidad podemos
ubicar el trabajo de los funcionarios políticos?
Evidentemente no contratamos sus
servicios en forma libre y voluntaria. Tampoco podemos ajustar la cantidad de
funcionarios que queremos en función de un salario establecido en forma
compulsiva. Y todavía no se dejan reemplazar por máquinas.
¿Qué otra cosa pagamos en forma
compulsiva sin el compromiso de recibir nada a cambio? Los impuestos.
Los salarios de los políticos son
impuestos.
Nos los cobran porque pueden y
los pagamos porque no nos conviene dejar de hacerlo.
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