El domingo 22 a la noche vi por
televisión a un grupo de militantes del gobierno reunidos en la Plaza de
Mayo. Algunos de ellos lloraban. Bueno, -pensé-
algo natural. Querían que gane un candidato y ganó otro. Algunos se juegan su
empleo en eso.
El lunes, me encontré con una
amiga que hacía tiempo que no veía y con la que no hablaba habitualmente de
política. Me preguntó cómo me sentía. Felíz, le respondí. Mi temor era que si
el gobierno hubiese ganado las
elecciones se profundizaría la chavización del país (un neologismo para
explicar el progreso de un populismo muy conocido en Latinoamérica hacia un
totalitarismo feroz). Que el gobierno perdiera a manos de un grupo de partidos
que proponía una alternativa republicana me alivia. Creí que ella compartiría
mi sentimiento. Pero me dijo que había llorado toda la noche. Leyó mi gesto de
asombro como un por qué y me lanzó un “tengo miedo que vuelva la derecha”.
Cuando me disponía a preguntarle qué era lo que eso significaba para ella me
dijo que se tenía que ir a buscar a su hijo para llevarlo a una clase de
música, creo.
A esa altura comencé a sentirme
como si estuviera en un cine y todos lloraran y a mí la película no me moviera
un pelo. ¿Hay algo que yo no estoy entendiendo? Porque sé que no me aqueja el
Sindrome de Asperger.
El mismo sentimiento tuve durante
estas últimas semanas frente a la “campaña del miedo”. El miedo es el motivador
más importante, más que la codicia, más que el amor. Que Macri devaluaría, que
liberaría los precios, argumentos que más allá de lógicos son inevitables, pues
la devaluación se hace cada vez que por la misma cantidad de dólares –o de
cualquier bien- hay más pesos (que no paran de fabricarse), o porque si los precios no son libres es
porque alguien los fija por debajo de lo que lo hace el que vende, perdiendo,
en consecuencia, los incentivos para seguir vendiendo, lo que a su vez genera
escasez, haciendo que todavía sobren más pesos.
Pero bueno, esos son
razonamientos muy racionales o muy técnicos, así que la campaña del miedo
comenzó a apelar, como dicen los buenos consultores, a lo más irracional: que
Macri quitaría la AUH (¿si todo se hizo tan bien, por qué habría no solo que
mantenerla, sino aumentarla?), que Macri liberaría a los genocidas, que Macri lo traería a Cavallo, que Macri
mataría a los jubilados, que Macri nos haría volver a los 90s (donde Macri
recién se asomaba a Boca y Scioli era introducido a la política por Menem y los
Kirchner eran los gobernadores preferidos de Cavallo). El matemático Adrián
Paenza difundió un video pidiendo, rogando, no votar por Macri. El clímax de
los argumentos lo enunció el candidato Scioli, cuando describió el Triángulo
del Mal compuesto por Macrí, los buitres y el FMI. Uno en cada vértice.
En fin, la idea era presentar
miedos tan absurdos que para los que no nos asustamos el efecto fue el de provocar sorna o risa.
De todos modos, a la luz de la escasa diferencia a favor de
Macri, se ve que algún efecto tuvo, lo que me indica que la sociedad está más
enferma de lo que yo pensaba.
Pero bueno –seguí pensando- algo
tiene que haber para que la carne se les haga llanto.
Entonces me remonté a 2003, y
empecé a repasar qué hicieron.
Llegaron a la presidencia siendo
dos desconocidos del sur –en esta tierra de sátrapas y tránsfugas ser
desconocido es una ventaja- traídos por Duhalde por descarte de De la Sota
(porque no medía) y de Reutemann (porque no quería). Vendiéndonos una simpática ingenuidad y prometiéndonos un
país normal, Néstor Kirchner y su esposa aprovecharon el trabajo sucio hecho
por su mentor (una devaluación de la moneda del 300%!, y el robo de los
depósitos cariñosamente llamados corralito y corralón mientras no se pagaba la
deuda defaulteada) y el maná que hizo llover dólares a la Argentina gracias a
que China entendió que lo importante es que los gatos cacen ratones.
Y ahí empezaron a reescribir la
nonagésima quinta edición, aumentada y mejorada, del Manual del Populista,
cuyas versiones originales pueden leerlas en Maquiavelo, Hayek, Orwell y tantos
otros.
Como los libros de management norteamericanos,
el manual puede resumirse en una frase: Usted necesita los votos de la mayoría.
Haga lo que sea necesario para conseguirlos. Punto.
A eso se han dedicado con esmero
y con fruición y, por qué no decirlo, con pericia.
Néstor siempre supo que los
hombres, o los políticos mejor dicho, tienen un precio, que en general se puede
pactar en billetes. Así que su primera vocación fue hacerse de toda caja que
podía rondar por la Argentina. Era imprescindible para comprar voluntades.
Luego, la pátina simbólica la darían Carta Abierta, los artistas populares y el
Futbol para Todos.
En los primeros tiempos, por lo
ya citado, y porque la gente se comió que había que sacrificarse luego de lo
que nos hicieron esos turros de los 90s, no le costó mucho juntar plata.
Se apropió de las retenciones y
practicó un férreo unitarismo fiscal para disciplinar a sus ex colegas
gobernadores, pegando una vuelta de campana sobre sus discursos noventistas
sobre la coparticipación (por algo lo llamaban Lupin). Para todas las obras de
todo el país la guita salía de Buenos Aires.
Así, ganó caminando en las
legislativas del 2005. Transformar el Congreso en una escribanía era el paso
siguiente. Hay que tapar el robo con leyes que lo permitan.
Mientras tanto, el proyecto seguía
sumando cada vez más amigos, había que poner un plato más en la mesa. Las
Madres se recibieron de constructoras y de profesoras universitarias mientras
no dejaron de usar la aspiradora, en este caso, de fondos. A cambio, le dieron
a Néstor el sable de San Martín, las pilchas de Belgrano, el coraje de Moreno
(Mariano, no el vulgar lugarteniente Guillermo) sólo por descolgar un cuadro.
Hasta acá venía sin despeinarse.
Pero claro, pasados los primeros
temores y ya sintiendo que iba a renovar el alquiler en Olivos por unos cuantos
años más, la codicia le ganó al miedo y alguien le sopló al oído que no está
tan bueno eso de vivir con lo nuestro si también se puede disfrutar de la de
ellos, técnicamente, del ahorro del mundo. Podíamos volver a endeudarnos, claro
que a cambio de renegociar la deuda en default, y allá fue.
Y entró más guita, y se acercaron
más amigos. Tenía que hacer dos cosas: tenerlos contentos y que nadie le escupa
el asado. Para lo segundo, le llenó la
cara de billetes al FMI que se los reclamaba al 4% en cómodas cuotas pagados
con los billetes más urgentes y al 14% que le prestó el luego Pajarito
Caribeño.
Y ya no alcanzaba la primera fila
de la Rosada para aplaudir: piqueteros, Madres, Abuelas, artistas de
variedades, industriales prebendarios, sindicalistas, pejotistas, radicales K,
socialistas K, comunistas K, periodistas K. La sartén por el mango, y el mango
también.
Acá se dieron cuenta de que el
Relato paga. Casi todos los libros de historia nos cuentan la historia de ladrones
pero los llaman héroes o próceres. El truco es transformar al damnificado en
alguien merecedor de todos los males.
En la primera etapa K los ogros
fueron los genocidas de los 70s (estamos en los 2000s y son unos viejos
desdentados) y el siempre apto FMI.
Hasta acá la caja daba para hacer
lo que todo político que quiera gobernar tiene que hacer: concentrar los
beneficios y dispersar los costos. No costaba mucho mantener a los industriales
contentos con subsidios y barreras a la importación; a la clase media urbana
con subsidios a la energía y al transporte y a los pobres con dinero –muy poco-
para que no trabajen.
A todo eso se le llamó –a todo
hay que ponerle un nombre rimbombante- Modelo Nacional Productivo de Matriz
Diversificada con Inclusión Social. La pucha! Quién se atreve a preguntar qué
es eso?
Pero los K no son malos, o si,
pero antes que nada son pícaros. Todo esto descansa en la falaz premisa de que
hay pobres porque hay ricos. Lo que uno no tiene es porque otro se lo quitó.
Entonces se crearon una imagen de
que a pesar de que disponían de más poder y dinero que nadie en la Argentina
eran en realidad unos héroes románticos que dejando la vida por su pueblo
luchaban contra los Poderes Fácticos Permanentes, a quién nunca identificaron
ni van a identificar, por esa cosa que les enseñó Laclau del significante
vacío, que a su vez le birló al psicoanálisis lacaniano.
Y el cuento cierra redondo:
Necesitas los votos, los conseguís dándole a la gente algo por lo que no trabajó,
conseguís a quien sacárselo, lo transformás en enemigo público para que se lo
merezca y todo lo decorás con una puesta
en escena envidia de Hollywood.
Todo esto no es posible sin una
sociedad tan indigna como los gobernantes. Una sociedad que se da cuenta del
cuento, pero cree que se merece todo lo que le dan porque ya le robaron
bastante y que igual son todos chorros y mejor agarrar y callarse la boca.
Así que la seguidilla de saqueos
tenía la mesa servida. Primero las AFJPs. A sólo un mes de preguntarle a la gente
qué sistema de ahorro para su jubilación prefería, hizo todo lo contrario a lo
que el público eligió y se apropió de la caja. Luego los impuestos empezaron a
subir por el ascensor –nos cobran impuestos expropiatorios para devolvernos una
parte en subsidios injustos-.
El gobierno de Néstor experimenta
una fatiga moral. Después de cuatro años en los que para sacarnos del infierno
se permitieron arbitrariedades no propias de un país decente-entre ellas la
destrucción de las estadísticas del INDEC-, se promete una etapa de
institucionalidad y llegan Cristina, Cobos y Vos.
Ganan la elección y los ingenuos
somos los que nos creímos que institucionalidad quería decir dejar de lado las arbitrariedades y establecer
un sistema de reglas de juego claras e iguales para todos.
Pero no, para esta gente la
institucionalidad consiste en dar a la arbitrariedad un blindaje legislativo.
Después de todo, en la verdadera democracia no importa la Ley sino lo que el
pueblo quiere. Y qué quiere el pueblo?
Pues lo que dice el gobierno que el pueblo quiere. Otra vez el
significante vacío.
Y llega la madre de todas las
batallas de la era K. La de apropiarse la renta del sector más jugoso. La gente
sale a la calle y el campo gana la batalla por las retenciones, y el gobierno
empieza a ganar la guerra en la cultura.
Se llamó oligarcas –agrogarcas- a
los tipos que sólo querían impedir que se quedaran con el fruto de su
trabajo. Así se instaló la idea de que
todos los negocios tienen que pasar por el estado, que es quien conoce las necesidades
de todos y sabe cómo repartir lo que cada uno produce.
La derrota económica muta en
triunfo político. El freno agropecuario al expolio se interpreta como el poder
de los poderes fácticos que hay que combatir. Encima a esos chetos en 4x4 se
les ocurrió ocuparnos la calle.
Ahí nos hicieron gastar guita en
Delía y en los sindicatos para mostrarles quién la tiene más grande. Ahora esos
que no dan puntada sin hilo nos van a pedir una parte. Es hora de crear una
fuerza de choque con los nuestros y financiarla con empleos públicos.
Avisale a Máximo que traiga unos amigos.
Trabas a las exportaciones
agropecuarias y a las importaciones de bienes siguieron en la saga, con la
excusa de proteger la mesa de los argentinos y la industria nacional.
El próximo turno para la
apropiación lo tenía el banco central. Se modifica la carta orgánica y se
cambia la obligación del banco de proteger el valor de la moneda por el de
fomentar el empleo, que en criollo significa que el gobierno puede hacer uso y
abuso de las reservas (que son el ahorro de los ciudadanos) y emitir todos los
pesos que hagan falta para seguir comprando voluntades.
Como uno no puede comerse a la
gallina y pedirle que ponga huevos, la producción y el empleo privado empiezan
a caer.
Los opositores y la prensa que
explican esta situación son perseguidos y calificados de antipatrias.
No es que se hicieron las cosas
mal sino que el mundo se nos cayó encima.
Pero por supuesto que para el que
piense que el gobierno tiene razón y que
uno no es más que un cipayo conspirador, ahí están a la vista, uno puede ir a
verlos y admirarlos, olerlos, tocarlos y disfrutarlos, los logros de la docena
K: autopistas por todo el país, modernos hospitales públicos, escuelas que
despiertan la envidia de los países nórdicos por el nivel de educación de sus
niños, obras hidoreléctricas, redes de distribución de energía, agua y cloacas,
obras hídricas que transformaron a las inundaciones en cosa del pasado, etc.
Ah no?, que para el pan no
alcanzó entonces nos gastamos todo en el circo de Tecnópolis, Futbol para
Todos, 678, recitales de Copani y películas de Andrea del Boca?
Bueno. Gobernar es fijar
prioridades y lo primero era recuperar Aerolíneas para La Cámpora e YPF para la
ponerla a pedir los dólares que al gobierno no le prestan ni a tasas del 20%.
Es así. Cuando peor hacés las
cosas más autoritario te tenés que poner.
Cuando las cosas se empiezan a
poner duras con Moyano porque la inflación le come los bolsillos a los
laburantes y con los del partido Obrero porque se la ven venir y piden que los
tomen en la planta permanente del estado matan a Mariano Ferreyra y se muere
Néstor.
Lo llaman a Grosman que le salió
fenómeno lo de los fastos del bicentenario para que produzca el funeral. Y sale
redondo. Por esa debilidad de los latinos para transformar a todos los muertos
en buenos.
Nace el Nestornauta, La Cámpora
compra y vende gorros, banderas y vinchas y Ella se transforma en la Madre de
la Patria.
No importa lo que haya que gastar
ni de dónde va a salir la plata. La patria está primero.
Llegan en pleno luto las
elecciones de 2011. Ella elige a un muchacho simpático que descubrió el negocio
de fabricar la guita y las bondades de comprar departamentos en Puerto Madero.
Por suerte la oposición está
llena de socialistas de todos los partidos y les da culpa desnudar la mentira
de la distribución del ingreso porque en el fondo piensan igual aunque no les
gusta hundir las manos en el barro.
Lo de la sintonía fina es un
recuerdo y empiezan a repartir dádivas para todos y todas. Viajamos al exterior
con dólar a $ 5.- y pagados en cómodas cuotas.
Como tampoco la clase media es
tonta, se la ve venir y compra cualquier cosa verde que le pongan enfrente.
Todos saben que la fiesta está
por terminar y que afuera están esperando los del catering para cobrar, por eso
nadie quiere ser el primero en salir.
Ganan la reelección con el 54% de
los votos y se llevan de yapa la mayoría en ambas cámaras del congreso y el
convencimiento de diputados y senadores de que hay que hacer lo Cristina
quiere, que es la que sabe interpretar lo que quiere el pueblo.
Dos días después de las
elecciones se dan cuenta que no tienen la máquina de imprimir dólares y ponen
el Cepo. No sé si en ese momento mandaron a tallar la lápida para las
inversiones.
Con el norte del país bajo el
agua Cristina inaugura en la popular de Rosario el Vamos por Todo.
En este caso, la prioridad es
arrasar a la prensa opositora y dominar al poder que falta. Nace Justicia
Legítima con abogados militantes y carpetas de la SIDE de Stiuso para usar contra
los rebeldes.
En el medio se promueve el
matrimonio igualitario, que sirve como otro motivo para marcar la cancha entre
nosotros y ellos. Sólo por usar la
palabra matrimonio.
Por si hacían falta más extravíos
se firma un memorando con Irán para tratar de que ellos se autoacusen del
atentado a la Amia. Ya no nos quedan más amigos que los más malos del barrio.
Mientras toda la historia oficial
se reescribe en el manual de Paka-Paka el narcotráfico se apodera de las villas
y de los lobbies.
No se crea más empleo privado
hace rato.
Griesa les hace el favor de
fallarles en contra en un juicio y el ingenuo anciano se transforma en el rey
de los Buitres.
El significante vacío Buitre
reemplaza en la vitrina peronista al mote de antipatria.
Muchos se dan cuenta del peligro
que Cristina está empezando a ser. Massa se anima y le voltea la rerreelección
(vieron lo mal que luce la palabra?).
Pasan dos o tres pavadas más como
el traslado de la estatua de Colón pero ya se huele el fin de ciclo. Porque los
extravíos son muy evidentes en las cadenas nacionales y porque las bodegas del
Banco Central podrían usarse como hangares anexos del aeroparque por lo vacías.
Para colmo, el fiscal Nisman se
muere justo un día antes de presentar sus pruebas al congreso sobre el ataque a
la AMIA.
Pero como “es la economía,
estúpido”, mientras la gente tenga papeles en los bolsillos y cuotas hasta para
comprar la comida del canario, todo es cuestión de seguir sacándole a los ricos
para repartirla entre nosotros. El problema aparece cuando nosotros empezamos a
formar parte de los ricos y nos sacan la mitad del sueldo con el impuesto a las
ganancias.
La oposición empieza a hacer
cálculos a ver si le conviene ir dividida o juntarse. El gobierno empieza a
hacer cálculos a ver si le conviene tragarse a Scioli o mide algún otro.
Mientras lo único que crece es el
narcotráfico, las economías regionales desfallecen y nos pasamos todo el 2015
con más elecciones que partidos de fútbol.
Llegamos a las PASO con un empate
técnico. Nada se definió de cara a la primera vuelta. Sólo que en el medio se
produjeron en Tucumán las elecciones más viciadas de la era moderna.
Si el dólar está en el Cepo,
Scioli está en el potro. Tironeado, para ver si junta los votos que le faltan
para cumplir su sueño de ser presidente luego de dejar a la provincia más
grande y rica del país en la miseria, entre sumar entre los independientes o
entre los fanáticos que no son suficientes.
Decide hacerse más K que nunca y
pierde.
Esa es la historia. Fin de la
película. Todavía no entiendo por qué lloran.
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