Primera pregunta: ¿Por qué razón va alguien a la universidad, es
decir, decide concurrir a una institución que brinda servicios educativos
superiores?
Desconozco la respuesta para los
casos individuales, que son los únicos que importan, pero se me ocurren algunos
motivos:
Para conseguir novio o novia.
Para extender sus chances de tener sexo.
Porque terminada su educación básica no tiene nada
mejor que hacer.
Para formarse como cuadro político.
Para mandarse la parte con sus amigos.
Para que sus padres no lo molesten.
Para que su esposa o esposo no lo moleste.
Para demostrarse que es capaz de aprender aun
siendo un jubilado.
Para mejorar como persona.
Para explotar su potencial intelectual.
Para promover su negocio privado.
Para capacitarse, es decir, capitalizar
sus capacidades mediante la adquisición de habilidades específicas y mejorar
sus posibilidades de ingreso y progreso en el mercado laboral.
Seguramente, habrá muchísimas más
razones, quizás tantas como seres humanos, y las combinaciones posibles entre
ellas. Además, estas razones pueden cambiar en el transcurso de la vida en la
universidad.
Segunda pregunta: ¿Qué precio está dispuesto a pagar ese individuo
para conseguir sus fines?
Dependerá de la valoración subjetiva
que cada uno haga. Por ejemplo, alguien puede querer concurrir a una
universidad con un costo elevado en dinero porque presume que aprenderá más o
porque allí conocerá gente influyente que lo ayudará en su inclusión laboral o
en ámbitos sociales selectos. Otro, en cambio, no quiere gastar un centavo de
más para conseguir pareja, de modo que si la universidad no fuera gratuita ni
pensaría en concurrir.
Además, debe tenerse en cuenta
que la educación universitaria no demanda sólo dinero . También demanda mucho
tiempo y dedicación.
He aquí entonces mi primer
argumento. La universidad debe ser pagada, pues es el único modo de medir las
valoraciones subjetivas que efectivizan una demanda concreta. En este sentido,
los servicios universitarios no se distinguen de ningún otro bien económico.
Véase que no dije privada sino
pagada. Como no existe un almuerzo gratis, tampoco existe una educación
gratuita.
Para el caso, todos comprendemos
que la universidad gratuita significa que no pagan por sus servicios quienes
los utilizan en forma directa sino el resto de la sociedad. La aclaración vale
para decir que me inclino por una universidad pagada por quienes concurren a
ella o por personas que voluntariamente deciden financiar sus servicios, todos
ellos, entes jurídicos o personas físicas, perfectamente identificables.
Para aquellos que piensen que hay
personas que merecen estudiar pero que no tienen el dinero suficiente para
costearse los estudios siempre estará disponible la posibilidad de financiar
los estudios de esas personas con fondos propios. Tanto mejor sería si dichos
fondos entregados a tan justa causa pudieran ser deducidos de impuestos.
Tercera pregunta: ¿Qué servicios universitarios deben ofrecerse?
Crear una universidad implica
actuar produciendo una oferta de servicios educativos que, al menos, intente
satisfacer las demandas antedichas, ya que sería idealmente preferible que
además de satisfacerlas pudiera ampliar los horizontes y generar nuevos
intereses por más, y más profundos, conocimientos y saberes.
Hay un grado de incertidumbre
inerradicable detrás de todo emprendimiento. Uno nunca sabe si lo que uno
produce será valorado por los demás como uno quiere que lo sea. Sólo puede
aproximarse a ese conocimiento a través del precio, sea que este se pague en
dinero –el mejor medio de intercambio conocido hasta hoy- o mediante otro bien.
Por esta razón, sea el estado o
los particulares quienes forman la oferta universitaria, la educación es
privada porque pertenece a quienes se apropian de ella pagando su precio.
Una universidad estatal –desisto del
eufemismo de pública para designarla, porque todas son públicas en tanto son abiertas- es un absurdo si quienes demandan sus
servicios son los que financiarán su funcionamiento. ¿Por qué razón se pondría
al estado detrás de un grupo selecto de funcionarios encomendados a crear la
oferta educativa? ¿Por qué razón alguien se sometería a las limitaciones del
aparato estatal para diseñar su oferta?
La educación estatal busca ser
gratuita porque no desea someterse al juicio de quienes la financian. Quienes
no pagan en forma directa no tienen modos eficaces de protestar por los
servicios que se ofrecen, así este modo no sea más que el recurso sencillo de
concurrir a otra parte. Una universidad privada sin alumnos desaparecería, lo
que no ocurre en ningún caso respecto de universidades estatales.
Nótese que es común la protesta
de que hay demasiados abogados y pocos ingenieros de acuerdo a lo que “el país
necesita”, frase fascista (o comunista, es lo mismo) si las hay, pronunciada por
quienes piensan que ellos sí saben lo que los demás tienen que hacer. No ha
faltado quien ha tenido la idea de pagar a quienes decidan inclinarse por
carreras con escasez de alumnos.
Cuarta pregunta: ¿Cómo se determina el presupuesto que se asignará
a las universidades estatales y a cada facultad?
Los recursos asignados a las
universidades estatales están sometidos a criterios arbitrarios de quienes los
manejan. No hay funcionario, por más sabio que sea, capaz de asignar recursos que
reflejen los deseos de los que reciben la educación.
Los funcionarios y docentes de
las universidades estatales son buscadores de rentas. Esperan que les
retribuyan por lo que ellos mismos creen que valen. (Al respecto véase https://elpeldanio.blogspot.com.ar/2017/03/gordos-sucios-y-feos-cuanto-vale-un.html).
Pero lo peor de todo es que las universidades
estatales enseñan lo que los gobiernos quieren que se enseñe, de la forma que
quieren que se enseñe y por quienes ellos deciden que se enseñe. Por suerte,
adolecen de la misma ineptitud que tienen para gobernar y son múltiples las
fisuras por las que suele filtrarse la experiencia del aprendizaje, que es un
hecho interpersonal inefable e irrepetible.
En consecuencia, sólo si la
universidad es privada podrá asegurarse el mayor grado de excelencia alcanzable
en determinado momento. Los que ofrecen los servicios deberán preocuparse por
competir por el favor de quienes quieren contratarlos y quienes los contratan
se preocuparán por descubrir hasta dónde llega su fervor por estudiar.
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