Datos personales

Mi foto
Twitter: @convercat Facebook: https://www.facebook.com/gustavo.a.garcia.1614

viernes, 14 de mayo de 2021

Autos autónomos, humanos dependientes

 

Las computadoras son inútiles, sólo pueden darnos respuestas.

Pablo Picasso.

 

Wall-E, la simpática y distópica película de Pixar de 2008, muestra la continuidad de la vida humana luego de que la vida en la Tierra colapsara, dejando únicamente a un pequeño robot recolector de basura y a una cucaracha como últimos vestigios. Ante la inminencia del apocalipsis la humanidad había podido escapar y vivir en estaciones espaciales totalmente automatizadas.


En la película se ven individuos felices, todos vestidos del mismo modo, conectados entre sí sólo por medio de sus pantallas, uniformemente obesos aunque su única fuente de alimento fueran unos batidos que bebían desinteresadamente mientras no dejaban de mirar a sus dispositivos.

Unas cintas transportadoras los trasladaban de un lugar a otro, por lo que habían perdido su capacidad para caminar.

Paradójicamente, Wall-E y una versión mucho más moderna de robot, Eva, son los que se atreven a volver a plantar una semilla, con la esperanza de reconstruir la vida en la Tierra.

El historiador Yuval Harari ha dedicado gran parte de su vida a estudiar los macro acontecimientos históricos, aquellos que han cambiado en forma radical el destino de la humanidad.

Su conjetura es que el primero y más destacado de ellos ha sido la Revolución Cognitiva, fruto de la aparición del lenguaje. Gracias a él, los Sapiens han podido evolucionar más rápidamente que cualquier otra especie viviente. Hoy, gracias a la posibilidad de descifrar el genoma, sabemos que estamos hechos en un 99% de los mismos genes que los primates y que compartimos más de un 60% de los genes con las moscas. Biológicamente  no somos más que un puñado de células diferenciadas que cooperan para replicar su ADN, no demasiado diferentes a las bacterias, a los árboles, a los insectos o a los mamíferos.

Pero el lenguaje nos ha permitido crear tantos mundos como podemos habernos imaginado. A través de las ficciones que creamos con el lenguaje nos inventamos una historia y un futuro, miles de razones para vivir, para luchar y para progresar.

La Revolución Cognitiva nos ha permitido construir las herramientas conceptuales que han creado nuevas realidades, nuevos objetos, nos ha permitido dominar al fuego, construir arcos y flechas y también memoria.

Las ficciones construyen realidades. Hacen herramientas que nos permiten ir más lejos, más rápido, ser más fuertes o más precisos, vivir más tiempo, más saludables y más cómodos.

Todas estas ventajas tienen un costo y ese es, para Harari, la pérdida de la libertad a las que nos condujo la Revolución Agrícola.

La Revolución Cognitiva se produjo hace unos 70.000 años, cuando los Sapiens se destacaron de las otras especies humanas y no humanas, la Revolución Agrícola data de hace 10.000 años, y se produce cuando el hombre logra domesticar algunas especies de plantas, en primer lugar al trigo.

Si la Revolución Cognitiva permitió a los sapiens extender sus límites, la Revolución Agrícola termina por esclavizarlos. Harari expresa la paradoja así:

“Los entendidos proclamaban antaño que la revolución agrícola fue un gran salto adelante para la humanidad. Este relato es una fantasía. No hay ninguna prueba de que las personas se hicieran más inteligentes con el tiempo. La revolución agrícola amplió la suma total de alimento a disposición de la humanidad, pero el alimento adicional no se tradujo en una dieta mejor o en más ratos de ocio. El agricultor medio trabajaba más duro que el cazador-recolector medio, y a cambio obtenía una dieta peor. La revolución agrícola fue el mayor fraude de la historia. ¿Quién fue el responsable? Los culpables fueron un puñado de especies de plantas, entre las que se cuentan el trigo, el arroz y las patatas. Fueron estas plantas las que domesticaron a Homo sapiens, y no al revés…

… El trigo lo hizo manipulando a Homo sapiens para su conveniencia. La transición a la agricultura implicó una serie de dolencias, como discos intervertebrales luxados, artritis y hernias. El cuerpo de Homo sapiens no había evolucionado para estas nuevas tareas agrícolas. Además, les exigían tanto tiempo que las gentes se vieron obligadas a instalarse de forma permanente junto a sus campos de trigo. El término «domesticar» procede del latín domus, que significa «casa». ¿Quién vive en una casa? No es el trigo. Es el sapiens.” Sapiens, De Animales a Dioses. Parte II.

Hace 10.000 años que vivimos dentro de esta paradoja tecnológica, entre herramientas que nos liberan y acrecientan nuestro potencial como el fuego, los aviones y los medicamentos y aquellas que nos someten como las religiones, los estados, las ideologías o las modernas técnicas de producción.

Seguramente esta idea del sometimiento puede ser incómoda, pues estas instituciones las tenemos en nuestros memes –equivalentes culturales a los genes-, producto de miles de años de evolución. Ir en contra de esta idea es tan disruptivo como decir que la agricultura nos ha sometido.

Pero vale el esfuerzo reflexivo, sobre todo cuando estamos adentrándonos en una era donde las nuevas tecnologías no potencian nuestros recursos sino que los reemplazan, cuando no son sólo medios para conseguir nuestros fines sino que son las que establecen los fines para los que nosotros somos medios.

Así como los vehículos autopropulsados nos permiten llegar más lejos, también han provocado que caminemos menos. Cualquier hombre del presente es un lisiado comparado con un sapiens de hace 10.000 años. Los dispositivos inteligentes reemplazan nuestra memoria. Quienes nacimos antes de los años 80s teníamos la capacidad de recordar cientos de números telefónicos de nuestros allegados, hoy tenemos acceso a todo el mundo pero no podemos recordar nuestro propio número de teléfono. La televisión y las redes sociales han influido enormemente en nuestra capacidad de toma de decisiones, ellas saben más que nosotros mismos lo que queremos. Así como los móviles recuerdan por nosotros los números telefónicos de nuestros amigos y Google o Wikipedia nos resuelven el problema de investigar,  los autos autónomos nos relevarán de tomar las cientos de decisiones que tomamos cuando conducimos, atontarán nuestros sentidos y enlentecerán nuestros reflejos, tal vez un día nos dirán adónde nos conviene ir. Y nadie recordará al que tomó esas decisiones por nosotros, será un meme.

Genes y memes moldean y condicionan nuestra débil conciencia. Gradualmente, cada vez nos conocemos menos a nosotros mismos y todos estamos manipulados sin siquiera darnos cuenta.

Ficciones como los estados o el capitalismo nos conducen hacia un cataclismo imprevisible.

Los estados dicen que nos pueden dar seguridad desde la cuna a la tumba, siempre que renunciemos a cualquier decisión individual.

El capitalismo nos promete progreso infinito a cada vez más humanos, a costa de degradar a los demás seres y al planeta.

¿Son posibles tales futuros? ¿O son solo ficciones, utopías que no por ser hegemónicas dejan de ser simples utopías?

¿Cómo bajarnos de un vehículo que viaja a 177 millones de km/h  girando alrededor de una pequeña estrella? [1]

¿Seremos algo más que un puñado de pequeñas células diferenciadas que luchan por perdurar?

 

  

 

 

 

 

 



[1] Los incrédulos pueden hacer el cálculo de la velocidad de rotación de la Tierra y multiplicarla por la velocidad de traslación alrededor del Sol.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deje aquí su comentario. Recuerde que sus opiniones siempre hablarán más de usted que de mí.