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jueves, 27 de julio de 2017

Se hizo lo De Vido



La política volvió a montar su espectáculo. Los medios ofrecieron nuevamente el escenario. La sociedad se sentó a observarlo en su sillón favorito y luego se fue a dormir cómodamente indignada, con su moral a salvo.
Fue un juego sin perdedores. De entrada se supo que sería una farsa. Hasta el menos enterado en asuntos de la política vive las detenciones de lúmpenes de la dinastía Kirchner como una ronda de previas de la gran velada. A nadie le cabe la más mínima duda de que los responsables del saqueo más monumental de la historia argentina realizado a la vista de todo el mundo fueron Néstor y Cristina Kirchner. Como todo autócrata que se precie, ambos se rodearon de imbéciles leales, deshaciéndose de todos aquellos que pudieran disputarle la más mínima cuota de poder. Robar a plena luz del día es el éxtasis de los ladrones cuando ya no les importa el botín porque ya tienen suficiente como para asegurarle la vida hasta sus tataranietos. Por no poder imponerse por la fuerza de las armas -un proyecto que el tiempo no permitió que completaran- sólo les quedó el poder del dinero, que no alcanzó. Ahora, temen las consecuencias de ese proceso trunco.
En la comedia De Vido, cada uno actuó su papel como debía hacerlo. Los leales al kirchnerismo lo hicieron porque pueden ser acusados en cualquier momento de lo mismo que es acusado De Vido. Y son tan insignificantes que nadie se inmolaría por ellos. La Omertá.
Los acusadores rogaban por no tener los votos para destituirlo y medrar con la indignación popular -con perdón de la palabra- para mejorar una performance que está en duda en las próximas elecciones. Y se preocuparon muy bien de no mencionar demasiado a la reina de El Calafate. Mientras, siguen jugueteando con un presupuesto público que es el más alto de la historia sin que demasiados se preocupen por las manos que se roban lo que hay en sus bolsillos.
La quelónica justicia argentina hace lo que tiene que hacer. Como se sabe, los cargos judiciales no son elegidos por el voto, al menos en forma directa, de modo que sus ocupantes dependen de quienes sí han recibido el favor popular. La reforma constitucional del 94 puso a los jueces en manos de la política, convirtiéndolos en sus más fieles servidores. Se aprendieron las lecciones de la dictadura militar, Nunca Más habría una justicia independiente para juzgar al poder.
Cada uno de los actores cumplió con su parte en el libreto. No nos debería extrañar que algún día de  un futuro no muy lejano el muchacho sea el villano de una nueva película de Netflix. A la humanidad siempre le han apasionado las historias donde nadie es lo que parece ser.
Borges, el argentino más sabio, solía decir que la historia es circular. Seguimos en la larga agonía.                 

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