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sábado, 9 de diciembre de 2017

Pasarla bien.



Lo recuerdo (yo no tengo derecho a pronunciar ese verbo sagrado, sólo un
hombre en la tierra tuvo derecho y ese hombre ha muerto) con una oscura pasionaria
en la mano, viéndola como nadie la ha visto, aunque la mirara desde el crepúsculo del
día hasta el de la noche, toda una vida entera.

JL Borges - Funes, El Memorioso


A qué edad los recuerdos comienzan a pesar en la conciencia?
Es una experiencia subjetiva pero se me hace que eso no pasa antes de los cuarenta años. ¿Será por eso que es común añorar la juventud?
La conciencia es esa cosa que ocupa nuestro presente, nos orienta en el tiempo y en el espacio y organiza nuestra acción. Pero está muy lejos de ser un conjunto de sensores de la realidad. Conviven en el mismo espacio sentimientos, emociones, recuerdos y la información que recibimos de los sentidos. De ese amasijo surge la conciencia.
Los recuerdos tienen que ver con los sucesivos estados de conciencia y se forman desde ellos.
La conciencia nos engaña haciéndonos creer que los recuerdos son las cosas que vivimos en el pasado. Los recuerdos forman lo que queremos ser y lo que queremos ser forma los recuerdos.
Me resulta incómoda la expresión "pasarla bien", sobre todo por lo que tiene de "pasarla".
Pasarla es transitarla sin huellas. Pasarla rehúye el compromiso de estar ahí, consiste en transitar el momento de un modo superficial. Pasarla bien se relaciona con experiencias gastronómicas o sexuales, reacciones de un instinto irreflexivo. También con el consumo irracional y sus respuestas hormonales.
Los momentos de pasarla bien son efímeros, no anclan en experiencias vitales, por eso son adictivos. Necesitamos de ellos uno tras otro. ¿Cuánto de nosotros está ahí cuando compartimos una cena, o realizamos un viaje o compramos un auto nuevo o tomamos una copa de vino?
Pasarla es un intento de anular la conciencia. Y el intento falla siempre. La conciencia nunca está lo suficientemente cansada como para no volver.
La conciencia nos interpela, nos cuestiona, nos confronta con nuestros deseos, nos obliga a pensar en las consecuencias de lo que hacemos, nos enfrenta al otro, a preguntarnos por sus intenciones, por sus valores, por sus intereses.
La conciencia puede ser agobiante. Pasarla es tratar de anularla, pero lo que realmente la tranquiliza es el olvido. Es más fácil olvidar cuando las experiencias vitales se reconocen. Para olvidar hay que asumir y asumirse. No se puede olvidar cuando se evita.
Claro que la conciencia  no siempre pesa. Tampoco los recuerdos pesan, la mayoría del tiempo enriquecen. Lo vivido condiciona, para bien o para mal, la nueva experiencia. Sería imposible mejorar en todo lo que hacemos si no recordáramos lo hecho.
Vivir la vida es lo opuesto de pasarla, tanto de pasarla bien como de evitar pasarla mal. Vivir la vida es abordarla, disfrutarla, sufrirla, encontrarse con todos los matices que nos ofrece; el amor y el placer, también el odio y el resentimiento, por algo hay más sentimientos innobles que placenteros, haga la lista si no me cree.
Vivir la vida nos enfrenta a la muerte, al momento en el que pasaremos a formar parte de la mayoría, y creo que no querremos sentir en ese definitivo momento de soledad absoluta que sólo lo hemos pasado bien.

1 comentario:

  1. Muy bueno , no se trata de pasarla , sino de tratar de trascender y dejar algo que sirva aunque solo sea un buen recuerdo de uno mismo.

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